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Stephen King, los 50 años de “Carrie” y el comienzo de la gran novela americana

Se cumplen cinco décadas de la novela que prefigura la pesadilla detrás del sueño americano y que explica por qué hace ya mucho tiempo que su autor merece el Nobel

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La portada original de Carrie
La portada original de Carrie (1974)

Empecemos por definir qué no es Carrie: no es una novela de terror —al menos no en el sentido estricto del género—, tampoco es la historia de una chica con poderes ni la tragedia de un pueblo arrasado por una furia diabólica, aunque, como decía la reseña del New York Times de 1974, “tiene acción, suspenso y, al final, un holocausto”.

La primera novela de Stephen King hoy cumple cincuenta años. “Es difícil creer que esté vivo para verlo”, escribió en Twitter el autor, que tiene 76 años y hace años sufrió un accidente —lo atropelló un conductor en una maniobra riesgosa— y quedó al borde de la muerte. Carrie prefigura los temas que King va a desarrollar a lo largo de su obra: las máscaras de la maldad, el fanatismo religioso, el provincianismo de los rednecks, la venganza como destino irrevocable, la pesadilla detrás del sueño americano. Y también: el deseo de preservar la infancia, la necesidad de aceptar las diferencias, la búsqueda de la redención.

Compuesta a partir de testimonios, artículos científicos, recortes de diarios, citas de libros, folletos, informes policiales, etc., Carrie es un clásico moderno que retoma la forma de los antiguos mitos, donde la protagonista humillada se revela como una hechicera poderosa y condena sus ofensores.

Hay en King una vocación por intervenir en la tradición. Y, si Misery (1987) podía leerse como la reversión perversa de Las mil y una noches, en Revival (2014) hizo un canon del género con “las personas que construyeron mi casa”: Mary Shelley, Bram Stoker, HP Lovecraft, Clark Ashton Smith, Donald Wandrei, Fritz Leiber, August Derleth, Shirley Jackson, Robert Bloch, Peter Straub y Arthur Mache, “cuya novela breve El gran dios Pan me ha obsesionado toda la vida”. King es un gran escritor, pero primero es un lector entusiasta.

Hoy, sin dudas, su nombre debería estar encabezando esa lista.

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Una mujer entre las llamas

Borges decía que el sueño de todo escritor es que su obra pase al saber popular: el idioma, los personajes, los relatos. Stephen King lo logró con Carrie: su personaje se ha convertido en un arquetipo.

Carietta “Carrie” White es una víctima tanto de sus compañeros de clase como del frenesí místico de la madre. Carrie fue el resultado de una violación y la madre la tiene por una hija del pecado; para sus amigos es una chica con graves problemas de socialización. Como en un perpetuo abrazo de causa y efecto, la frustración de la madre opera en su comportamiento retraído y la hace ignorante en cuestiones que para los adolescentes son definitorias, como el sexo, lo que exacerba el maltrato de los primeros, que nuevamente repercute en los castigos de la otra.

King contó en Mientras escribo (2000) que, para crear a su personaje, se basó en Sondra y Doddie, dos chicas que había conocido en la escuela: la primera era la solitaria hija de una mujer patológicamente religiosa; la otra era una chica tímida, que era el blanco preferido de los demás. “Yo, que compartí varias horas de clase”, escribió, “tuve ocasión de observar directamente la destrucción de Doddie. Vi apagarse su sonrisa, y parpadear y extinguirse la luz de sus ojos”.

La única respuesta de Carrie para romper el círculo es la violencia. Hay una simetría en la trama, que comienza en el vestuario del colegio con Carrie horrorizada por su primera menstruación y termina con ella bañada en sangre en el gimnasio donde se hace la fiesta de graduación. El giro sobrenatural está en la habilidad que tiene de mover objetos con la mente. Lo curioso es que en el esfuerzo por hacer que la telequinesis sea verosímil, la novela se vuelve extrañamente realista.

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La pesadilla del sueño americano

La periodista Daniela Pasik tiene una teoría brillante sobre la obra de King: mientras se busca al autor de la nueva novela americana, él la está haciendo con la suma de todos sus libros. Todos —o casi todos— transcurren en el presente del momento en que fueron escritas, todos muestran como forma o fondo el revés de la trama de la sociedad estadounidense. Lo fantástico, entonces, aparece como clave de acceso, pero el racismo, la segregación, la violencia que subyace en las relaciones de poder y la codicia operan como fondo y dejan un interrogante: ¿dónde se da el verdadero terror?

Carrie también habla de eso. Los chicos “exitosos” son aquellos que aceptan acríticamente el american way of life con el mito de los mariscales de campo y las porristas. Sue, la única chica que es comprensiva con Carrie —y por eso sobrevive— prontamente reconoce que la vida tiene que ser más que la promesa de un marido, una casa en los suburbios y varios hijos.

No es casual que la matanza se desate en la escuela. La novela encierra una pregunta moral y la escuela debería ser el territorio natural para debatirla. Pero, además, Stephen King tuvo, si no una precognición, una intuición: pocos años después comenzarían a sucederse situaciones terriblemente desgraciadas con masacres en colegios, con la de Columbine como la más resonante.

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Versiones de Judas

Se han hecho numerosas versiones de Carrie: en cine, en teatro, hasta en musicales en el circuito off de Broadway. La icónica es la película de Brian de Palma, que salió dos años después de la publicación de la novela, cuando el libro ya circulaba en versión de bolsillo —lo que para el mercado estadounidense es la constatación de ser un bestseller—, y por la que Stephen King cobró la ridícula suma de 2.500 dólares por derechos de autor.

El director de Hermanas y El fantasma del Paraíso hizo una gran versión psicodélica con Sissy Spacek como protagonista —estuvo nominada al Oscar—. Haciendo foco en el terror y con una fuerte impronta de Psicosis, de Alfred Hitchcock, la película fue un parteaguas en el cine de género. Junto con Tiburón, La profecía y El exorcista, la Carrie de De Palma es una película con las que las demás tienen que saber medirse.

Empezamos definiendo qué no era Carrie y habría que decir ahora qué es: una novela que es mucho más que la historia que contiene, un libro actual y vigente, el libro de un autor que hace ya mucho tiempo que merece ganar el Nobel.

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Una versión de este artículo fue publicado en Infobae


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