Lo primero para decir de Los espejismos de la certeza es que es evidente que no fue escrito por un argentino. Imaginemos un ensayo de epistemología o filosofía de la ciencia que hable de la mente, el cuerpo, la memoria, la imaginación y —¡oh, anatema!— no mencione a Borges.
Siri Hustvedt tiene una larga trayectoria en la literatura. Publicó su primer libro de poesía en 1982 y ha escrito siete novelas, entre ellas Todo cuanto amé, El verano sin hombres y Recuerdos del futuro. En 2019 recibió el premio Princesa de Asturias, que es importantísimo pero que, salvo por Doris Lessing, nadie que lo obtuvo ganó luego el Nobel (¿será por eso que Philip Roth no viajó a recibirlo?). Pero, además de su vínculo con las letras —y con las pinturas: es una crítica reconocida que suele dar conferencias en museos como el Met y el Prado—, Siri ha desarrollado una eminente carrera en la neurobiología. De este universo viene Los espejismos de la certeza.
El ensayo recorre siglos de historia y aborda las diferentes teorías científicas y filosóficas en torno al origen y localización del pensamiento humano. Esto es: dónde se producen las ideas, qué sucede a nivel fisiológico cuando pensamos, qué separa y qué une la mente del cerebro. “¿Es razonable describir los pensamientos subjetivos, los sueños, las esperanzas y los deseos de una persona a través de procesos neuronales?”. Siri va desde la lógica cartesiana hasta el pensamiento computacional, pero podría decirse que su intervención se mueve más bien dentro de la crítica literaria, ya que analiza el lenguaje y, sobre todo, las metáforas en las que se sostienen las teorías.
La pregunta de dónde vienen las ideas tiene en el libro una función doble. Por un lado, es el interrogante que sitúa la relación psique/soma, pero también es lo que toma Siri para plantear cómo se construye un paradigma científico: qué origina una idea, un concepto, una teoría. “Los lenguajes de nuestras ideas son contagiosos”, escribe. “Las palabras pasan de una persona a otra, y todos somos vulnerables de contraer ideas, una infección que puede durar toda una vida. Los seres humanos son los únicos animales que matan por ideas, de ahí que sea prudente tomárselas en serio, y preguntarse cuáles son y cómo han surgido”.
Los espejismos de la certeza se publicó en inglés en 2016 y en español cinco años más tarde. El retraso, sin embargo, no es para nada una desventaja. Durante la pandemia hemos sido testigos de cómo esa entelequia llamada “la ciencia” se puso en cuestión. Vimos en tiempo real cómo son las discusiones, los ensayos, los errores, las confusiones, las decisiones, las peleas políticas, las marchas y contramarchas de una comunidad que en los medios y el cine parece un todo homogéneo, intocado por disputas personales y egoísmos. Siri encuentra esas grietas en las metáforas: el lenguaje figurado muchas veces esconde sexismo, xenofobia, homofobia, racismo.
Uno de los temas centrales del libro tiene que ver con los estudios que buscan definir las capacidades desiguales entre hombres y mujeres. “Las declaraciones que con tanta seguridad se hacen sobre las diferencias psicológicas entre sexos siempre presentan a las mujeres más en desventaja desde el punto de vista material, biológico e intelectual que a los hombres”, escribe y menciona a Steven Pinker, Paul Broca, B.F. Skinner, también a Charles Darwin. Y luego da cuenta de muchísimos estudios que demuestran la, cuando menos, ineficacia de las ideas de aquellos. Y, sin embargo, pese a los contraejemplos, el sexismo se mantiene. Una reacción común es considerar que estos casos de estudio son excepciones a la regla. Pero, entonces, se pregunta Siri: “¿cuántas excepciones son necesarias para anular una regla?”.
No es novedad decir que la historia de la filosofía es la historia de Occidente. Puestos en una línea de tiempo, los grandes pensadores serán siempre hombres de Europa. Es algo que Siri Hustvedt tiene muy presente y, desde su crítica a las teorías machistas, hace una defensa de género y pone a figuras como Margaret Cavendish y Simone de Beauvoir en primer plano. La deuda queda pendiente respecto de la cuestión países centrales / países periféricos. Así como no hay lugar para Borges, tampoco —salvo por una mención al chileno Francisco Varela— hay lugar para la ciencia latinoamericana. “Mientras recababa información para escribir este ensayo, hice la misma pregunta a varias personas: ¿qué crees que es la mente?”, dice Siri casi al comienzo del libro. “Todas las personas con las que hablé eran estadounidenses o europeas cultas”.