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Paul Auster, una despedida

Cada una de sus novelas, sobre todo en los últimos tiempos donde había espaciado la publicación, tenía el espíritu de haber logrado una hazaña

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Paul Auster (EFE)
Paul Auster (EFE)

La noticia, escrita como los viejos cables de noticias, debería comenzar: “Paul Benjamin Auster, autor de la Trilogía de Nueva York, murió ayer, 30 de abril de 2024, en su casa en Brooklyn, debido a complicaciones en el cáncer de pulmón. Tenía 77 años”. Pero cómo dar cuenta lo que significa la pérdida de un autor que muchos lectores consideraban como alguien de su familia.

Con medio centenar de libros publicados —cuentos, novelas, ensayos, memorias, guiones, obras de teatro—, Auster fue una máquina de escribir que marcó buena parte de la literatura de las últimas cuatro décadas. “Después de Fitzgerald, Hemingway y Faulkner ya no hay grandes, solo buenos escritores”, dijo en una entrevista en una visita a la Feria del Libro de Buenos Aires, cuando presentaba la monumental —en todo sentido— novela 4 3 2 1. Cualquiera podría haberle señalado el error: él era uno de los exponentes que cabe en esa categoría.

“No persigo nada ni me pongo etiquetas”, dijo también aquella vez. “No soy moderno, no soy postmoderno, no soy post-postmoderno, no soy cubista ni realista ni naturalista. Simplemente hago lo que hago”.

Cada novela de Auster, sobre todo en los últimos tiempos donde había espaciado su escritura, tenía el espíritu de la hazaña. Como si lo único que le quedara por hacer fuera vencerse a sí mismo. Aunque todos sus libros tenían estaba atravesados por la política estadounidense, fue en los últimos donde la tematizó en un debate abierto: la crítica a la guerra del Golfo (Un hombre en la oscuridad), la recesión financiera de 2008 (Sunset Park), las movilizaciones sociales (4 3 2 1).

Entre sus libros más relevantes se pueden mencionar: El palacio de la luna (1989), La música del azar (1990), Mr. Vértigo (1994), Experimentos con la verdad (2001), Viajes por el scriptorium (2006), Creía que mi padre era Dios (2001). En todos ellos, Auster, además de desarrollar tramas con las que uno podía identificarse o discutir, había logrado hacer algo impensado: había hecho creíble lo increíble. En su universo literario, el azar y la sincronía no sólo eran posibles sino esperados. Ese era, en realidad, el gran tema de sus libros: el misterio de las coincidencias, la imprecisa manipulación del azar que entrelaza a las personas. Aun cuando estos supongan problemas en la ficción —y que muchos otros escritores no saben cómo resolver—, en Auster pertenecían al ámbito de la realidad. Lo inesperado, dijo o escribió, ocurre en nuestras vidas con una regularidad casi paralizante.

El protagonista de Brooklyn Follies (2005) se llamaba Nathan Glass y volvía a casa después de haber superado un cáncer de pulmón. El protagonista tenía la edad de Auster y se había divorciado —como Auster—, pero en aquel momento nadie leyó que la clave autobiográfica podía ir más allá de eso. En marzo del año pasado, su mujer Siri Hustvedt había anunciado que Auster estaba bajo tratamiento. A ella misma le ha tocado dar la noticia de su muerte. /// 50Libros


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