Caracterizada como la Chejov canadiense, Alice Munro recibió el International Booker Prize en 2009 y Premio Nobel de Literatura cuatro años después. Publicó su primer libro en 1968 y el último, un año antes del Nobel. Escribió unos quince libros de cuentos, una novela y publicó varias antologías. Entre sus títulos se pueden mencionar Danza de las sombras, La vida de las mujeres, Las lunas de Júpiter, Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, La vista desde Castle Rock, Demasiada felicidad, Mi vida querida.
Munro padecía demencia desde hace más de una década —su hija Jenny fue quien viajó a Estocolmo a recibir el Nobel—. Murió el lunes 13 de mayo de 2024. Tenía 92 años.
En este artículo, distintas personalidades de la cultura la recuerdan y comparten su libro favorito.
Flavia Pittella (periodista)
Mi experiencia de lectura de Alice Munro es muy temprana. Yo cursaba la materia de Literatura Norteamericana en la facultad con mi amada profesora Ana Monner Sanz, y ella traía literatura canadiense. De esa manera conocí a Alice Munro y a Margaret Atwood, entre otras tantas.
Alice Munro fue el primer atisbo de lo que era la literatura escrita por mujeres, con independencia de la idea de feminismo, femenina o feminista. Era una escritura moderna porque, por supuesto, si vamos hacia atrás, están Jane Austen, las Brontë, Virginia Woolf, las Ocampo. Munro hablaba de una cotidianeidad femenina contemporánea a nosotras, y lo hacía con sutileza, con una capacidad para la entrelínea, para dejar dicho todo sin decir nada. Era una maestra del cuento. Fue muy difícil escapar del hechizo de su escritura.
Su muerte es una tristeza, pero a la vez dejó mucha literatura y logró darle una frescura y una vuelta de tuerca a la tradición literaria del siglo XX que la hizo inconfundible. Sencilla, profunda, inquietante, con gran capacidad para decir tanto en la brevedad.
Hay que leer mucho a Alice Munro. Sí, definitivamente.
Josefina Delgado (escritora)
Uno de mis libros preferidos es Demasiada felicidad. Su título es un desafío al lector, como si le anticipara que aquella felicidad que los personajes de los relatos han conseguido se condensara en momentos de escasa duración, momentos que no han sabido valorar o que recién pudieron saberlo precisamente al sentir que se había alejado de sus vidas.
El ejemplo más agravado de esto que digo es el de Doree, el personaje del cuento “Dimensiones”, que, golpeada por la cruel pérdida de sus tres hijos y apegada, a pesar del dolor, al responsable de estas muertes, descubre en un instante de imprevista tragedia que ella puede salvar una vida y consustanciarse con ese momento de elevación casi religiosa. O Joyce, en “Ficción”, que descubre a quien pudo haber sido su hija pero fue tan solo su alumna —una alumna privilegiada— muchos años después a través de la lectura de un cuento del que la chica es la autora. O la narradora de “Cara”, que se esfuerza en sintetizar lo que llama burlonamente “la gran tragedia” de su vida. Y luego, el cierre: el cuento cuyo título lleva el libro, la historia de Sofia Kovalévskaya, personaje de la historia rusa del siglo XIX, una matemática que recorre Europa buscando una universidad que acepte mujeres como profesoras mientras el amor la impulsa a no detenerse, aunque pueda arriesgar su pérdida.
La soledad inevitable, las maternidades negadas o frustradas, la humillación que sufren algunas mujeres por parte de los hombres: todo con un estilo donde tanto el detalle como la cotidianeidad, atravesados por una ironía inteligente, sorprenden a quien lee estos relatos de gran originalidad y talento.
Ana López (escritora)
Mi libro preferido es Mi vida querida. Munro es una escritora que logra algo que consiguen pocos, que es que, cuando uno vuelve a acordarse de un cuento, es como si volviera a estar ahí. Es una escritora del recuerdo, pero también de lo vívido y de la tensión.
De ese libro me gusta especialmente un cuento que se llama “Amundsen”, que creo que es el segundo. Es la historia de una maestra que sube a un tren que termina en una estación que se llama “Sanatorio”. Munro hace lo que hacen los grandes novelistas pero en un cuento.
Matías Bauso (escritor)
El libro al que más cariño le tengo es Mi vida querida. Fue el primero de Munro que leí y su mundo y su voz quedaron fijados en mí. La descubrí gracias al Premio Nobel —el Nobel es un factor que logra que le prestemos atención a ciertos autores, que después se convierten en entrañables: me pasó con Svetlana Aleksiévich, me pasó con Wisława Szymborska y también con Alice Munro—; hasta entonces, Munro era una autora que estaba en una nebulosa mezclada con otras cuentistas. Lo cual es una injusticia absoluta porque, cuando uno la lee, se da cuenta de que lo que hace es único. Tan único, que es muy difícil de explicar técnicamente. Es casi imposible de copiar. Uno se pregunta siempre cuál es el truco, cuál es el mecanismo, cómo lo hace.
Mi vida querida traía al final una parte autobiográfica y, como yo me dedico a la no ficción, esa fue la excusa para empezar. Pero, en realidad, esa parte está mezclada con ficción. Aunque ella decía que lo autobiográfico era más la forma que el contenido.
Florencia Scarpatti (Conductora de Staff, Telefé, y host del podcast Abro Libro)
La vida de las mujeres, su única novela. El universo, el sistema solar, el hemisferio norte, Norteamérica, Canadá, Ontario, una casa, la cocina y una mujer escribiendo a escondidas: Alice Munro. La novela cuenta la historia de una chica que crece en un pueblo y se debate entre habitar dos capas de realidades distintas y, mientras tanto, nos habla de la vida de las mujeres con estas palabras:
Mujeres que se movían en grupo proyectando luz como una linterna nocturna, mujeres hechas de la misma sustancia y no. La desaprobación de una madre que resulta inconfundible como el mal tiempo y la voz de una tía que se extendía a lo largo del día como una marea negra. Una chica que soñaba con una vida decimonónica de paseos y horas de estudio, rectitud, doncellez y paz, y que cuando decía la palabra novia le evocaba largos velos blancos y flores. El sexo comparado con la sensación de pasar por el túnel de un tren, ser el tren y salir a una montaña alta y hermosa que parecía estar en el cielo. Un corazón que palpitaba con fuerza, como el de un pájaro cuando lo atrapás con la mano pero también un ataque al corazón que sonaba como fuegos artificiales estallando y lanzando varas de luz en todas direcciones.
Así escribe la querida Alice Munro. Es tan buena que a veces te perdés en la historia porque volvés a esos párrafos esperando el estallido maestro, la cosa mágica de recompensa que tienen las palabras. Ella diría: pliegues en las frases como estocadas de luz.
Cecilia Fanti (escritora)
Después de mucho pensarlo, mi libro favorito de Alice Munro es Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio. Son nueve cuentos relativamente largos, sobre todo los primeros. Lo interesante en Alice Munro es que, mientras el cuento pareciera ser siempre algo más condensado donde habitan pocos personajes, en sus relatos hay una proliferación de escenas pequeñas que van dando densidad a la trama. Y tiene algo muy fascinante, que es la capacidad de llevarte hacia un lugar de misterio en el que no sabés qué va a pasar. Tenés la sensación de que todo lo que podría salir mal va a salir mal, y sin embargo, con una inmensa maestría y con la sutileza propia de las cosas domésticas, los cuentos terminan cerrando de una manera muy calma. Casi como si se amortiguara antes de caer. Un aterrizaje muy suave que va llevando hacia el final.
En el primer cuento, que le da título al libro, más allá de todas las subhistorias que hay dentro de la trama principal, me fascinan las dos niñas que hacen la travesura de hacerle creer a la niñera que su padre está enamorado de ella. Y, entonces, le escriben cartas falsas, y eso termina haciendo que la mujer abandone todo y vaya a buscarlo y, cuando finalmente llega, el hombre no entiende nada. Pero ella es tenaz y, al mismo tiempo, muy pudorosa. No necesariamente todo conduce a la tragedia. Incluso las travesuras pueden llegar a lugares inesperados.
Los cuentos hablan de encuentros y desencuentros, y de personajes con aplomo y lucidez. Y hay algo de la sucesión de imágenes y escenas, que es muy propio de su narrativa, que en este libro me parece fascinante. Es uno de los que más atesoro. Lo tengo en inglés, en papel, y lo tengo en el Kindle, porque son cuentos que, de pronto, te vuelven a conectar con pequeñas cosas que quieres volver a leer. /// 50Libros