Desde hace casi veinte años, desde que se publicó el diario de Bioy, las paredes de la catedral borgiana se vienen resquebrajando y la luz que se filtra por entre las grietas ilumina a un Borges más humano, un Borges falible, contradictorio, a veces absurdo, que, sin embargo y paradójicamente, no lo hace menos genial.
La tarea de desmitificar a Borges, entonces, lejos de sacarlo de un lugar central de la literatura, es la oportunidad de acercarlo a nuevos lectores y a nuevas lecturas. Esta es la premisa con la que el escritor y periodista Daniel Mecca creó hace seis años un festival con Borges como protagonista. El nombre del festival es una promesa y una toma de posición: BorgesPalooza. Con ese título no puede haber ninguna clase de aproximación reverencial.
La intención de Mecca es generar conversaciones en torno al autor de “El Aleph” que ayuden a que lo conozcan las nuevas generaciones, sin anquilosarlo ni convertirlo en un objeto de fe. La imagen del BorgesPalooza es una foto de Borges con intervención warholiana: sonríe, tiene unos Ray Ban muy modernos y los labios pintados de violeta. Alan Pauls alguna vez escribió que la “extraordinaria iconicidad [de Borges] en el paisaje cultural argentino descansa mucho más en el aura pop de su figura, en las seducciones de su personaje público, que en su escritura o su obra”: es esa aura pop lo que realza en el festival y es también lo que Mecca destaca en su nuevo libro, Borges, la gran bestia pop de la literatura argentina (AZ Editora).
Pensado para ser leído especialmente en las escuelas, Borges, la gran bestia pop de la literatura argentina plantea una aproximación descontracturada de la obra borgiana. Mecca, por ejemplo, relaciona “El jardín de senderos que se bifurcan” con el multiverso de Marvel, define cuáles son los diez cuentos clave para entrar en el laberinto, remeda la rivalidad con Girondo en clave de superhéroes y vincula las reescrituras del Martín Fierro con el freestyle y las batallas de gallo
“El título del libro es un robo a la gran frase de los Redondos”, dice Daniel Mecca en diálogo con 50Libros; una aclaración que podría ser innecesaria de no ser por lo que continúa: “Más allá del chiste, encuentro la justificación en que Borges era un gran delincuente en la literatura”.
—Que no existe originalidad en la literatura es un concepto borgiano, pero ¿qué significa que Borges sea un gran delincuente?
—Si no existe originalidad, todo es robo. Y, si todo es robo, hay que precisar qué es robar. En esa precisión, él era más astuto que los otros. Primero porque, antes que un gran escritor, Borges era un gran lector y para robar hay que ser un gran lector. En segundo lugar, porque hace la maniobra que toma de “La carta robada”, de Edgar Alan Poe: la mejor manera de ocultar un delito es mostrándolo. Entonces, si uno lee “Las ruinas circulares” —que es un hitazo—, encuentra en el epígrafe una referencia a Alicia a través del espejo, que es cuando le dicen a ella que es el resultado del sueño del Rey Rojo. Por supuesto, esa es la trama de “Las ruinas circulares”. Borges expone el robo.
—En el libro indagás sobre una posible conexión entre “El Aleph” y Google, ¿por qué?
—Una de las preguntas que surge de vincular a Borges con esta época es intentar reconocer qué rasgos pudieron haber sido anticipatorios en su literatura. ¿La experiencia de Google es la misma que la del cuento “El Aleph”? La respuesta es: no. Porque cuando uno googlea ocurre una experiencia sucesiva; es decir que uno entra una pestaña, luego en otra y en otra. En cambio, la experiencia del cuento ocurre sin que se interrumpa las imágenes. Es como si tuviéramos una gran pantalla donde se ve todo al mismo tiempo.
—El universo es un punto y el punto es el universo.
—Exactamente. Por lo tanto, no es la misma experiencia. Pero uno puede empezar a encontrar otras experiencias sobre la base de la digitalización como sucede con “El libro de arena”. Ni hablar del mundo Marvel con el mundo de “El jardín de senderos que se bifurcan”.
—¿Borges se convirtió en un escritor para leer en el colegio secundario?
—Este libro es resultado de las experiencias de ir a hablar de Borges a colegios secundarios. Eso requiere de una visión y un registro: hay que entender el registro de a quién te estás dirigiendo. No se puede ir con la soberbia o con la perspectiva fija de decir sólo lo que ya preparaste y que cualquier improvisación quede afuera. Al contrario, yo voy predispuesto a la improvisación. Al entender el registro, puedo comprender qué es lo que les interesa a los centennials: el universo de Marvel, por ejemplo. Vi las películas de Doctor Strange, las últimas de Spiderman, la serie de Loki. No para acumular conocimiento, sino para vincularlo con algo nuevo, y ahí es donde lo conecto con “El jardín de senderos que se bifurcan”.
—Ahora, que han pasado casi cuarenta años de la muerte de Borges, aparecen lecturas imprevistas como la tuya: ¿estamos más cerca de él cuanto más alejados estamos de su vida?
—Lo voy a decir como una idea ciertamente provocadora: no sabemos nada de Borges. Sé que digo eso y alguien puede pensar cómo puede ser si mientras nosotros estamos conversando, se están escribiendo cinco libros de Borges.
—Salen a razón de dos por mes.
—Yo mismo acabo de escribir este. Permanentemente se está produciendo literatura sobre Borges. Pero, paradojalmente, eso significa que todavía no sabemos nada de él. Ahora bien, no saber nada no significa no comprender; significa que se están descubriendo nuevas cosas todo el tiempo. Borges no le pertenece a nadie: tenemos la potestad de encararlo, de arriesgar, de proponer ideas. Lo peor que uno puede hacer con Borges es repetir lo dicho; lo mejor que uno puede hacer es tener una idea propia. En este contexto, hay referencias que acercan a Borges a la juventud. Por ejemplo, yo escribo en el libro sobre una película de 1970 que se llama Performance, que está protagonizada por Mick Jagger y en donde hay sexo, drogas, rock and roll y Borges. ¿Cómo puede ser que Borges aparezca ahí? Al parecer, Mick Jagger era fan de Borges. De hecho, hay una anécdota sobre un encuentro en un aeropuerto en España.
—¿Vos decís que esa historia es verdad? Porque la cuenta Kodama, que contaba muchas anécdotas.
—Aparentemente es verdad, porque, además de María, hay varias fuentes. Y si no es verdad, yo elijo creer. La anécdota es maravillosa: Mick Jagger se le acerca y le dice algo así como “Maestro, maestro, lo admiro”, y se sorprende de que Borges también lo conociera a él. Pero volviendo a las referencias, la película Doctor Strange tiene una gran similitud con Borges, porque Strange alcanza la iluminación después de sufrir un accidente, y Borges, según su propia autobiografía, alcanza la iluminación con un golpe en la cabeza en 1938, que es lo que le permite escribir “Pierre Menard, autor de Quijote”, un cuento que es un flash.
—“Funes, el memorioso” también comienza con la caída de un caballo.
—El accidente es un elemento iluminador en Borges. Más series: en “Rick and Morty” trabajan con los universos paralelos. La película Inception —o El origen—, de Christopher Nolan es un robo muy delicado a “Las ruinas circulares”. Para resumir el motivo de la trama, si yo quisiera convencerte de que me entrevistes, podría contratar a un grupo de gente que se mete en tu sueño y te crea una historia para que, cuando te despiertes, creas que tenés que entrevistarme porque de eso depende tu vida. Y al principio de la película, aparece alguien —Leonardo di Caprio— del que no se sabe nada: es el comienzo de “Las ruinas circulares”, cuando dice “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”. Christopher Nolan es un gran lector de Borges. Memento es el contrapunto de Funes, el memorioso.
—Muchos directores se engancharon con la obra de Borges; no todos con suerte. Pero, en todo caso: ¿por qué?
—Está el cuento “Emma Zunz”, que hizo Leopoldo Torre Nilson en Días de odio. También “Hombre de la esquina rosada”, que es otro cuento clásico. Invasión, con Borges y con Bioy. Hubo intentos del campo cinematográfico por acercarse a Borges. Creo que Christopher Nolan es el que más justicia le ha hecho al mundo que propone Borges. Los textos de Borges son ideas que no se desarrollan. Los personajes no tienen psicología. Borges no les busca una psicología. “Emma Zunz” tiene cinco o seis páginas: con esa idea, otra persona te hace un libro de 600 páginas. Pero Borges, con ese cuento, con “Tlön, Uqbar, Orbis tertius”, con “El sur”, con “Tema del traidor y del héroe”, planta la idea y dice: hagan lo que quieran. Borges es un escritor conceptual, es un escritor de ideas. El desarrollo se lo deja a Dostoyevski, a Proust. A él no le interesa. Por eso no tiene novelas.
—¿Cómo es la relación entre tu forma de ver a Borges y la de Alfredo de Jorge, por ejemplo, que es quien hace @memesborgeanos?
—Creo que es una es una tendencia de época. En algún punto, las nuevas generaciones le están haciendo un homenaje a Borges en el mismo sentido en que Borges pensaba la literatura: que no es algo que se queda quieto. Lo que propongo en el BorgesPalooza o en Borges, la gran bestia pop de literatura argentina es no tratar a Borges como un hecho religioso. No es una misa en la cual nos juntamos a adorarlo y a decir que todo lo que escribe está bien. Podemos criticarlo. Podemos discutirlo. Podemos ver sus errores.
—¿Podemos ver sus errores?
—¡Claro que podemos! Él mismo los veía. Por ejemplo, en la poesía, y por eso en las diferentes ediciones modificaba los versos.
—Bueno, pero eso lo hace sobre todo en Fervor de Buenos Aires, que es el primer libro. Vuelvo a la pregunta: ¿estamos habilitados para criticar a un autor canónico?
—Definitivamente.
—¿Eso le hace bien o mal a Borges?
—Bien, y te voy a responder con dos razones. La primera, porque si algo enseña Borges es que nos apropiemos de nuestro capital como lectores. El lector tiene tanto poder como el autor: eso es “Pierre Menard”. Borges crea lectores y al crear al lector, crea el capital simbólico del lector. Nosotros estamos acostumbrados a que la legitimación de la literatura viene de los que escriben, pero no es así. Nosotros, como lectores y lectoras, tenemos un capital simbólico extraordinario. Y luego, yo creo que es muy prudente criticar a Borges. ¿Qué significa criticar a Borges? No lo pienso en sentido descalificador, sino en el de proponer nuevas ideas en torno a un texto. Creo que sería muy bueno que los docentes hicieran el juego de proponerles a los estudiantes qué le corregirían a un poema. Pueden salir cosas interesantes, y Borges estaría encantado con todo lo que le corrijan.
—¿Con ese espíritu entendés el BorgesPalooza?
—En Borges se da un prejuicio positivo: es tan genial que lo voy a leer y no lo voy a entender, y porque lo voy a leer y no lo voy a entender, me voy a sentir humillado. Mi propuesta con el BorgesPalooza y con este libro es que hay que leer a Borges y sacar ideas propias. Y, si cuando leíste a Borges no te gusta, no pasa nada. El mandato de que, si sos argentino te tiene que gustar Borges, le hace mucho daño a la literatura. El propio Borges leía muy de forma muy hedonista. Decía que, si un libro no te gusta, tenés que dejarlo. ¡Qué es esta obligación que tenemos como lectores! En el fondo, el BorgesPalooza es leer a Borges desde el goce. Eso, para mí, es lo más importante. ///50libros