En abril de 1980 César Luis Menotti sentía que tocaba el cielo con las manos. Campéon del mundo con la selección mayor, dos años antes; primer puesto en el Mundial Juvenil de Japón 79 con las presencias de Maradona y Ramón Díaz. El próximo compromiso grande que tenía por delante era el Mundialito de Uruguay que se iba a jugar recién en diciembre: un torneo inventado por la FIFA a 50 años del primer Mundial disputado en Montevideo, que contaría con las presencias de los países hasta entonces campeones del mundo y Holanda, que llegaba como invitado tras perder dos finales seguidas. El boicot del mundo occidental a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 privaría a los jugadores argentinos de seguir con la racha ganadora. Entonces, para Menotti, había tiempo de parar la pelota y hacer un repaso de su vida.
La propuesta llegó por parte de El Gráfico en particular y de la Editorial Atlántida en general:
escribir un libro titulado Fútbol: juego, deporte y profesión. Un rara avis que hoy se puede conseguir en las plataformas de compra-venta de artículos y en algunos stands de libros usados en Plaza Italia y Parque Rivadavia.
La dedicatoria del Flaco es “A la pelota. Porque puede ser una chapita, algunas medias viejas o un bollito de papel. Porque siempre está dispuesta, porque siempre está cuando la necesitamos”. Este homenaje de Menotti hace recordar a la estatua de la pelota de fútbol que tenía don Alfredo Di Stéfano en su casa de Madrid, con la leyenda “Gracias Vieja”.
En esa primera página, Menotti recordaba, además, “a los que no bajan los brazos ni las convicciones. A la memoria del Gordo Troilo, que me hizo conocer Buenos Aires. A los que trabajan. A los que luchan. A los que juegan. A los pibes que no tienen un juguete. A los artistas populares. A los que creen que mañana va a salir el sol”.
El prólogo es de Héctor Vega Onesime, entonces director de la revista y quien actualmente reside en Chile. El periodista decía que “para Menotti, el éxito de este libro —como de cualquier equipo que dirija— estará en la seguridad de haber dado todo por el triunfo de sus puras convicciones”.
El primer capítulo se llama “Fútbol. Un modo de vida” y está ligado directamente al título del libro. Para Menotti, el fútbol primero es juego, luego deporte y por último, profesión. Para un rosarino de Fisherton, cuyo fondo de la casa estaba pegado a la canchita del Club Unión Americana, no había otro destino posible que el de la pelota de fútbol. Pelota, aclaraba el Flaco, no balón. Porque la pelota podía ser una media, una chapita o lo que sea. El balón es el que te traían para acompañar una picada en algún boliche de Buenos Aires o Rosario. Esa pelota que le hizo cumplir el sueño de la infancia. Ese que estaba pintado de azul y amarillo: los colores canallas de Central.
Menotti cuenta que debutó muy joven en el club rosarino, bajo el ala de jugadores de gran calidad como el Gitano Juárez. Allí dio sus primeros pasos, para luego ser transferido al Racing Club de Avellaneda y a la Selección Nacional. Con movimientos lentos pero con una gran calidad, logró recalar más tarde en el Boca de Rojitas y Rattin. Menotti cuenta que en la Ribera consiguió su único título local como jugador en un cuadro que era todo sacrificio. Contexto difícil para el rosarino, que buscaba la belleza en cada jugada.
Uno de los capítulos menos conocidos en la vida de Menotti es su paso como jugador de The Generals de Nueva York. Un club de la flamante liga estadounidense de fútbol en la década del 60 cuyo equipos estaban integrados con mayoria de extranjeros donde sobresalían los brasileños y los yugoslavos. Para Menotti jugar alli era “como si a un arquitecto le pidieran bombardear edificios, en vez de construirlos. A estos tipos les gusta pegarle de punta y para arriba”. Según la impresión del Flaco, gozaba más de los clubes de jazz, que de los entrenamientos y partidos.
Un amistoso casual con el Santos de Pelé resultó vital para el próximo cambio de rumbo de Menotti. El propio crack brasileño no entendía qué hacía jugando en una liga como la norteamericana y por eso, le propuso incorporarse al conjunto paulista. Ese año fue todo aprendizaje para un jugador que ya incubaba en su interior al técnico futuro. Charlas y entrenamientos con los cracks del entonces mejor equipo del mundo le aportaron todo un bagaje de conocimientos que serían importantes para el fútbol argentino años más tarde.
Ya de regreso en Rosario, y con la idea de retirarse de la práctica profesional, Menotti recibió una oferta del Club Juventus de Sao Paulo. Según relata el rosarino pidió una plata para que le digan que no. Sucedió lo contrario y debió emigrar nuevamente para los campos brasileños. Sin embargo, las lesiones lo tuvieron a maltraer y jugó poco en su última experiencia como futbolista. El deportista se había terminado en los campos de juego. Pero no para Menotti, quien siempre se consideró un jugador, más allá de su posterior faceta como técnico.
Según cuenta en el libro, ya de regreso al país fue contactado por su excompañero Juárez de Central, para ayudarlo en la dirección técnica de su archirrival Newell’s Old Boys. Experiencia corta pero fructífera que le sirvió de experiencia para recalar como entrenador de Huracán en 1972, formando las bases de uno de los mejores equipos en la historia del fútbol argentino. El Huracán campeón de 1973. Aquel Globo de Parque Patricios que quedó en la memoria de todos los gustadores del buen fútbol por las jugadas de Housemann, Brindisi, Babington, Larrosa, Carrascosa, Avallay, Chabay y el Coco Basile. Ese campeonato Metropolitano le valió la consideración del público en general y de la dirigencia de la AFA para candidatearse como DT de la Selección Mayor.
El libro continúa y Menotti profundiza en el proceso que llevó a armar a la Selección campeona. Las búsquedas de talentos en el interior del país, sus charlas en Europa con Kempes y Quique Wolff, y sus preferencias por personalidades como las de Passarella, Olguín y Gallego.
“De Pelé a Maradona” se titula el penúltimo capítulo. Un hallazgo histórico para este 2024, ya que en 1980, O Rei era indiscutido en todo el mundo luego del triplete de Brasil en México’70. Subirlo a Maradona en ese podio, cuando faltaban seis años de México 86 era una osadía del Flaco, basada en la convicción las calidades del Pelusa de Fiorito.
El libro cierra con “El Fútbol del Futuro”. Un apartado que incluye una frase profética: “El fútbol es inmortal”.
Hace algunos días, Menotti se fue para siempre. Es una buena oportunidad para repasar su pensamiento en profundidad. Una cantidad de ideas que se transformaron en una filosofía de fútbol y de la vida. Porque claro está, el mundo está lleno de menottistas. ///50Libros