>

Gabriela Saidon y una aproximación a la identidad judía de Borges

La primera jornada del IV Festival Borges cerró con una conferencia magistral a cargo de Gabriela Saidon, en la que recorrió los vínculos de Borges con el judaísmo

Por


"Borges, el judío", conferencia de Gabriela Saidon (foto: cotersía Festival Borges)
«Borges y el deseo de judeidad» en la conferencia de Gabriela Saidon (foto: cotersía Festival Borges)

¿La “judeidad” de Borges era un deseo propio o era, en realidad, el deseo de los judíos que lo leían? Esta pregunta —neologismo incluido— fue la clave de «Borges, el judío», la conferencia magistral que Gabriela Saidon dio ayer, en el auditorio de la Alianza Francesa (Av. Córdoba 946) en la primera jornada del IV Festival Borges.

Durante poco más de una hora, la autora de Yo me hice feminista en el exilio y Superdiós: la construcción de Maradona como santo laico, entre otros títulos, exploró los vínculos de Borges con el judaísmo, tanto en su vida como en su obra.

(Pero antes de seguir: ¿cuál es el truco de Borges? ¿Por qué, sea cual sea el lugar desde el que se lo aborda, siempre resulta un tópico interesante? Quizás la razón no esté en el tema —podría ser una realidad atroz o banal— sino en lo singular de quienes lo estudian. Esta vez, además, la cuestión judía no podía ser más oportuna, con el presidente de la Nación que se siente espiritualmente judío, llora en el Muro de los Lamentos y estrecha vínculos con la comunidad Lubavitch. Pero de nada de esto habló Saidon, por lo que el comentario se queda entre paréntesis).

"Borges, el judío", conferencia de Gabriela Saidon (foto: cotersía Festival Borges)
Gabriela Saidon en el auditorio de la Alianza Francesa (foto: cotersía Festival Borges)

Yo, judío

Saidon comenzó el encuentro refiriéndose a una especie de escrache que la revista católica de ultraderecha Crisol intentó hacerle a Borges a mediados de los años 30, acusándolo de ocultar sus raíces. Él, en lugar de hacer silencio, les respondió que tenía “una gota de sangre judía, como todo el mundo” y que, aunque buscaba identificar la rama judaica en sus ancestros portugueses —creía haberla identificado en un antiguo Azevedo, con zeta, anterior a la forma Acevedo de la madre—, “el antepasado me elude”. En esa búsqueda se constataba el deseo, dijo Saidon.

Varias fueron las oportunidades en las que Borges buscó sin éxito la raíz judía de su —al decir de Piglia— “fábula biográfica”. De hecho, en la trama familiar hubo, sí, un tío abuelo llamado Giorgio Suares, que llegó de Europa y se radicó en Entre Ríos, y que, aunque no formaba parte de la ascendencia directa de Borges, fue una figura importante en la familia. Sin Giorgio, dice Martín Hadis en Literatos y excéntricos, no habría existido Georgie.

Cabe señalar, además, que Borges fue desde siempre un defensor del Estado de Israel —en 1971 fue declarado visitante ilustre de Jerusalén— y mantuvo una correspondencia con el primer ministro David Ben-Gurión. En 1969, después de la Guerra de los Seis Días, Borges publicó el poema “A Israel” en el que llamaba a tomar las armas para defender el país (el verso dice: “Serás un israelí, serás un soldado”). Pero mucho antes de eso, ya en Fervor de Buenos Aires, su primer libro de 1923, le dedicaba una poesía a la “Judería” que terminaba con una denuncia: “Y arrecia la muchedumbre cristiana con un pogrom en los puños”.

Festival Borges
El Festival Borges comenzó ayer y continúa hasta el sábado

La ficción, un invento judío

Borges leyó con pasión la Biblia y se entregó al esoterismo de la cábala y al sefirot. Quizás haya que retroceder hasta allí para rastrear el nacimiento del escritor. Para Borges, dijo Saidon, “la ficción era un invento judío”. Él mismo escribió en La cifra que la filosofía y la teología eran ramas de la literatura fantástica.

Ahí están Baruch Spinoza y Franz Kakfa, un filósofo que estudió con su padre y un autor por el que sentía tal devoción que todos los escritores judíos de sus relatos vienen de Praga —como Jaromir Hladík, de “El milagro secreto”—. De Kafka dice, además, que es alguien que se muestra culpable ante el padre a la manera que Israel lo hace ante su Dios.

Hay muchos cuentos en los que aparece la conexión judía: está en “La muerte y la brújula” —con los asesinatos del rabino y de Daniel Azevedo—, en “El Aleph” —que es la primera letra del alfabeto hebreo—, en “Guayaquil” —con la contienda que mantienen Eduardo Zimmermann y el narrador antisemita—, en “El inmortal” —con la figura del judío errante—, en “El indigno” —con el personaje de Santiago Fischbein basado en Jacobo Fijman—. Los personajes judíos de Borges son asesinos, delatores, traidores, pero en ello no hay juicio moral: Emma Zunz venga la muerte de su padre con un acto que la convierte en homicida y, a la vez, escritora.

Sobre el final, Saidon recordó una idea de Edna Aizenberg, por la cual la preferencia por lo judío en Borges se asentaría en una posición histórica poscolonial: era la opción del que prefería la periferia al centro y el discurso subalterno frente al dominante. No parece una mala interpretación, considerando que fue él quien plantó las mismas bases en la literatura con “El escritor argentino y la tradición”. ///50Libros


Publicado

en

por