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La nueva película de Andrés Di Tella, tras los pasos de Guillermo Hudson

«Mixtape La Pampa» es a la vez una profunda investigación sobre el escritor de “Allá lejos y hace tiempo” y un recorrido por su propia autobiografía. «Cuando uno se pregunta quién es Hudson», dice en esta entrevista, «aparece la cuestión de qué es la Argentina: qué fue, qué es y qué será»

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Trailer de «Mixtape La Pampa»

Quince años después de filmar El país del diablo, Andrés Di Tella nuevamente sale a la llanura, ahora tras los pasos de Guillermo Enrique Hudson. Mixtape La Pampa, su nueva película —un documental que, no sería una imprecisión o una hipérbole calificarlo de perfecto—indaga el misterio en torno a la figura de un escritor que tuvo entre sus lectores más notables a Virginia Woolf, Ezequiel Martínez Estrada,Theodore Roosevelt y, por supuesto, Jorge Luis Borges. La película se estrena hoy en la Sala Lugones (Av. Corrientes 1530).

Guillermo —también conocido como William— Hudson nació en Quilmes en 1841, y murió en Worthing, Inglaterra, en 1922. Sus padres habían comprado una estancia llamada “Los veinticinco ombúes” y se habían dedicado a la cría de ovejas. A los 33 años —en 1874—se mudó a Londres y poco después se casó con la casera de la pensión donde vivía. Hudson escribió en inglés, pero siempre sobre la Argentina. Entre los muchos libros que escribió, se pueden mencionar La Tierra Purpúrea, Días de ocio en la Patagonia, Aventuras entre pájaros, Allá lejos y hace tiempo, etc.

“A los 33 años se sube a un barco, se despide de uno de sus hermanos, y abandona su vida”, dice Di Tella en diálogo con 50Libros. ¿Por qué se fue Hudson? “No hay respuesta al enigma”, sigue el director, “yo sospecho que empieza una nueva vida con el sueño de ser naturalista, que es un sueño desde que leyó a Darwin”.

La añoranza es un tema de la película porque es un tema en la vida de Hudson. Cada vez que le escribe a su familia expresa el deseo de volver, pero cuando el hermano —a quien le va económicamente bien— le ofrece pagarle el pasaje de regreso, él no lo acepta. “De grande”, dice Di Tella, “él se pregunta si, de los dos caminos que se le abrieron la vida, no tomó el camino equivocado”.

Hay una frase de la película, que voy a citar mal, pero en su espíritu dice que seguir los pasos de Hudson es seguir los pasos de la Argentina. ¿Por qué?

—Cuando uno se pregunta quién es Hudson aparece la cuestión de qué es la Argentina: qué fue, qué es y qué será. Su identidad de gaucho argentino convertido en escritor inglés también me plantea la cuestión de la identidad, que también resuena en la mía propia. Es inevitable.

Mixtape La Pampa, de Andrés Di Tella
Mixtape La Pampa, de Andrés Di Tella

La identidad como tema está trabajado en las películas de Di Tella: aparece en La televisión y yo (2003) en Fotografías (2007), Ficción privada (2019) donde aborda la vida de sus padres, en Diarios (2022). En Mixtape La Pampa, la historia de Hudson queda atravesada por la del propio Di Tella: sus años en Inglaterra, el exilio, sus amistades, las diferentes tramas que lo hacen ser quien es. “El uso de la primera persona y la autobiografía”, dice, “está en función de ser el vehículo para que el espectador entre en el viaje emocional que propone la película”.

¿De qué manera?

—Es una forma de acercarse a Hudson. Si bien murió en 1923, él es básicamente un escritor del siglo XIX. Hay sólo dos fotografías de Hudson; es un personaje muy remoto. Suena un poco presuntuoso, pero yo le presto mi vida y mis emociones para que se conecte con la emoción del espectador. Ahora bien, yo no puedo hacer eso sin ofrecer una libra de carne y por eso ofrezco parte de mi vida y de mis sentimientos. Quizás en ese paso saqué algo muy íntimo y me salió algo más autobiográfico que cuando hago una película deliberadamente autobiográfica.

El viaje es otra cuestión que se tematiza en las películas: pienso en Fotografías, pienso en El país del diablo.

—En algún sentido, esta es una remake de aquella. En este sentido, me gustaba la idea de volver en busca de historias; me había quedado mucha tinta. Pero siempre me gustó la idea del viaje. Es un género que me gusta mucho. Salir de casa tiene algo movilizador. Se te cruzan recuerdos, se te cruzan sueños. Ir al cine es también salir de casa: salir de viaje.

Y, en el camino de Hudson, te encontrás con un gaucho de casi 100 años, con una monja indígena, hay también un largo trabajo de archivo. ¿Cómo fue esa parte de la investigación?

—Empecé el proyecto en marzo de 2020, justo una semana antes de la pandemia. Eso me obligó a dedicarme prácticamente un año investigar. Hay mucho trabajo de archivo, de libros, que quizá de otro modo no habría hecho. Darío Schvarzstein, que es el fotógrafo de la película, también hizo la investigación conmigo. Por ejemplo, leímos The Standard, que era un diario argentino escrito en inglés, y descubrimos la primera reseña sobre The Purple Land, de Hudson, muy anterior a la que había hecho Borges y se suponía que era la primera. O noticias del momento que él toma para sus cuentos. Encontramos joyas increíbles.

Pero eso no está en la película.

—No, nada de esto está en la película, y Darío siempre me putea por lo que quedó afuera. Pero quizás se perciba igual. Esta no es una biografía de Hudson. Es un ensayo. Es un viaje.

Afiche de Mixtape La Pampa
El afiche de Mixtape La Pampa

Las palabras y las cosas

En alguna entrevista o reseña identificaron a Andrés Di Tella con la figura del detective: el director que sale a resolver un misterio. Es una caracterización acertada, pero, sin embargo, sus relatos no tienen el objetivo de revelar un único sentido o una única verdad, sino que buscan dejar preparado el terreno para distintas —posibles, imprevistas— interpretaciones.

En una escena se cuenta que Hudson pidió todas las cartas que había escrito y las quemó, como una manera de borrar su historia. Mientras tanto, lo que se ve es el limpiaparabrisas que barre la lluvia. ¿Cómo es el equilibrio de lo metafórico en el documental?

—La clave de la película está en la relación de las imágenes y los textos. En algún sentido, toda la película es una metáfora. Cada plano es una metáfora. Está lo explícito: ves un árbol. Pero en ese árbol estás leyendo otras cosas seguramente. Yo no quiero poner el epígrafe que anule el potencial de la imagen, pero uno puede pensar en el tiempo, en la permanencia, en las estaciones y los cambios; puede pensar en dios. La relación entre las palabras y las imágenes me interesa mucho, pero también es muy peligrosa.

¿Por qué?

—Las palabras tienen mucho poder sobre las imágenes. Estamos acostumbrados a que la palabra le da sentido a la imagen. Puede tener un efecto de imán que atrae todo el sentido: desmagnetiza la imagen y todo el poder queda en la palabra. Por eso, trato de encontrar un equilibrio y una tensión entre lo que digo y lo que vemos. Después, la metáfora tiene que ver con el concepto mismo del título de la película: el mixtape es la mezcla. Y la metáfora es la mezcla. Toda la película es una combinación de cosas. La misma identidad de Hudson es una combinación de, por lo menos, dos cosas. Yo mismo soy una combinación de, por lo menos, dos cosas. La identidad argentina es una combinación de, por lo menos, dos cosas.

Un "mixtape" de Mixtape La Pampa
Un «mixtape» de los que grababa Javier García Blaya

Si hablamos de “mixtape”, tenemos que traer la importancia de lo sonoro en la película, y los cassettes que grababa tu amigo Javier García Blaya con la música de comienzos de los 70 mientras vos vivías en Inglaterra: Color Humano, Gabriela, Moris.

—Él decía algo que, a través de la mezcla de esas canciones, yo podía darme una idea de qué era la Argentina. Hay algo muy importante en esas canciones. A mí, obviamente, me traen los descubrimientos que tenía a los 14 años, pero creo que pueden resonar aún para la gente que no las conoce. En el Festival de Mar del Plata me sorprendió que la película le pegara muchísimo a la gente muy joven. Vi chicos de 18, 20 años muy emocionados. Yo creía que la película podía interesarle a quien le interesa la literatura o la historia argentina. Pero, quizás la música tiene algo que ver. Es como un redescubrimiento de una música un poco olvidada, como Hudson.

Y como el canto de las aves.

—Esa fue una de las cosas que más me impresionó cuando empecé a investigar a Hudson. Casi treinta años después de haberse ido a la Argentina, él hace una lista de los cantos de aves que recuerda con precisión y dice que son 154 cantos que podría cantar en el jardín mientras escribe. ¡Cómo alguien puede recordar 154 cantos de aves! Es algo asombroso. Yo imagino que esos cantos resonaban en él. Le traían toda la vida que él vivió en la pampa y que él añoraba terriblemente. En este sentido, hay en mí algo análogo con las canciones.

Andrés Di Tella (Foto: Gaspar Kunis)
Andrés Di Tella (Foto: Gaspar Kunis)

El último director

Una de las personas que marcó la vida de Andrés Di Tella fue Ricardo Piglia, con quien mantuvo una larga amistad. En 2015 —un año y medio antes de que muriera Piglia— estrenaron el documental 327 cuadernos, en donde hablaban de los diarios del escritor, que se fueron publicando en tres volúmenes con el título Los diarios de Emilio Renzi.

¿Cómo te influye la mirada de Ricardo Piglia en tus películas?

—No sé si soy el mejor juez para eso, pero evidentemente es una influencia muy grande. Hace unos días me acordaba de algo que él me decía: es importante buscar imágenes irracionales. Uno no asociaría a Piglia con eso. Pero me acuerdo que lo decía con otra referencia que parece ridícula para Ricardo, que mencionaba un videoclip donde Spinetta está planchando.

No sé cuál es. ¿Será “Cheques”?

—Hay que buscarlo. Él decía: de dónde sale esa imagen, qué tiene que ver con lo que está hablando, y sin embargo es contundente, tiene autoridad. La influencia de Ricardo tiene un aspecto inusual en su concepción de la literatura: pienso en la búsqueda del último escritor. Acá, Hudson es como si fuera el último gancho. (Borges dijo de Hudson: “el último escritor feliz”). Siento que de ese tipo de matriz es lo que tomo de Piglia. Quizás no son las cosas evidentes que uno podría asociar con el mundo de Ricardo.

Toda película —y una como esta, que tiene un componente político tan importante— dialoga con su presente. Y hoy estamos en un contexto donde la cultura está muy cuestionada desde el gobierno. ¿Cómo entra Mixtape La Pampa en ese debate?

—Mi película sería el ejemplo perfecto de lo que no hace falta. Lamentablemente, no sólo la perspectiva de Javier Milei, sino de un montón de gente que está muy enojada con la cultura. Milei es un emergente. Él percibió ese enojo y entonces le ofrece a ese público la cabeza sangrante de la cultura recién cortada como una especie de reparación. Es muy inquietante. Yo creo que es una película importante en cuanto a la investigación de una figura un poco olvidada que podría hablar sobre la identidad argentina, sobre la dicotomía entre civilización y barbarie. Pero, para no huir a tu pregunta, representar un tipo de propuesta estética que está siendo rechazada desde el gobierno y por muchísima gente, tiene un valor mayor. Me parece abusivo decir: “resistencia”. Pero en una indagación compleja del pasado, sin blancos y negros, hay algo valioso. Todo momento horrible pasa. Deja sus huellas, pero hemos pasado cosas peores. ///50Libros


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