“Empecé a dibujar después de la muerte de mi mamá”, dice Juan Szela. Lo dice como constatando una verdad. En su voz no hay ni un ligero tono de autocompasión. “El arte me toca desde lo terapéutico, lo psicológico, la catarsis”, dice, “es un medio de expresión para entender cómo vivir en este mundo”.
Dibujante, ilustrador, Szela es uno de los muchos artistas que encontraron en las redes sociales el vehículo para dar a conocer sus obras. Así, desde el espacio de Twitter e Instagram, empezó a compartir cotidianamente sus viñetas: hoy más de 570 mil seguidores miran sus tiras, que hablan de la intimidad, los vínculos, la amistad y el amor de pareja, los miedos, la solidaridad. En 2021, la editorial Sudamericana le propuso compilar algunas de sus viñetas y publicaron Todo eso que somos en la colección para adolescentes.
Pasados ya algunos años de aquella primera incursión en el mundo editorial, Szela construyó una carrera sólida en el universo de la ilustración y por estos días evalúa publicar un nuevo volumen y extender su ámbito de acción a otros posibles lectores, con, por ejemplo, un libro para colorear.
Sin embargo, y aunque mantiene un trazo que en una primera mirada podría confundirse con un tono ingenuo, en sus trabajos una mirada más adulta. “Muchas veces hago las ilustraciones qué me hubiese gustado ver a mí”, dice, “y, entonces, a medida que crezco las ilustraciones van cambiando también”. Eso es algo que se nota la convivencia poética de las imágenes; Szela hace algo difícil: no hay un mensaje que sea subsidiario del otro, sino que la viñeta es algo nuevo, un resultado que va más allá de la suma de las partes.
—¿Por qué elegís una estética minimalista?
—Siempre apuesto a que menos es más. Contarlo todo, lo más simple posible. Trato de entender lo complejo de lo que me pasa a partir de la simplicidad de un dibujo simple: una hoja blanca y un personaje que literalmente tiene dos colores.
—¿Cómo entra el amor en tus ilustraciones?
—Me gusta darle una vuelta de tuerca para que no caiga exclusivamente en el amor de pareja, sino que esté el amor de la amistad, de padre e hijo, de abuelo y nieto. Aquellos vínculos que te sostienen más allá de la pareja. Obviamente que hago ilustraciones de amor de pareja, pero trato de abarcar otras aristas del vínculo.
—Hace unos días, compartiste en Twitter el mensaje de una chica que decía “Muerte de las inteligencias artificiales, viva los ilustradores”. ¿Cómo es tu trabajo con la tecnología? ¿Ves a la IA como una amenaza para tu trabajo?
—Tengo sentimientos encontrados. Yo soy un ilustrador digital; nada o casi nada pasa por la hoja y el lápiz. Pero sí siento un cierto temor respecto de que alguien escriba una frase, escanee mis trabajos y, a partir de eso, haga una ilustración. Todavía no es algo que me quite el sueño, pero está. Por otro lado, el arte siempre crece en ambientes hostiles y mucho más en lugares donde peligra su existencia. Yo creo que, si el día de mañana sucede algo como lo que estoy diciendo, los artistas vamos a saber cómo encontrar la vuelta para que el arte siga existiendo.
—¿Cómo conviven en tu trabajo la intimidad y la cuestión política? Estuviste —y lo contaste en las redes— en la marcha en defensa de las universidades, por ejemplo.
—La primera ilustración que hice fue en el contexto de la legalización del aborto, en 2018. Fue el primer dibujo que subí a Instagram. Era muy crudo, eran literalmente dos dinosaurios que estaban a punto de ser aplastados por un meteorito. Está bien que hablo de la intimidad y de todo lo que a mí me pasa, pero hay cosas que me tocan, y, desde el lugar en el que estoy o con la llegada que tengo, necesito expresarme, convocar y defender aquello que siento que peligra. En este caso, la universidad. Además, eso fue conectarme con el Juan-estudiante; cuando abrí la cuenta de Instagram estaba cursando en la universidad y estaba lleno de sueños. Resultaría un hipócrita si no saliera a defender eso que tanto bien me hizo, como la universidad pública. ///50Libros