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Javier Sinay: “El atentado a la AMIA exhibe la fragilidad institucional de la Argentina”

¿Fue una vendetta a Menem? ¿Fue un mensaje a Israel en un país con agujeros en la seguridad nacional? En “Después de las 9:53” (Sudamericana), el autor de “Los crímenes de Moisés Ville” dibuja un mapa con los primeros 30 días desde el atentado

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Foto incluida en el expendiente del atentado a la AMIA
Foto incluida en el expendiente del atentado a la AMIA

El 18 de julio de 1994 una camioneta Renault Traffic cargada con 400 kilos de explosivos hizo volar la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Esta frase que se dice rápido contiene, sin embargo, el peso de treinta años de una tragedia que aún no se ha podido desarticular. Y que cada año parece menos probable que algún día se lo logre. Aquella mañana de un lunes de vacaciones de invierno quedó clavada en la historia. Como pasó con otros grandes acontecimientos —LAPA, Cromañón, Once—, todos recordamos dónde estábamos, qué hacíamos ese día a las 9.53.

Desde ese entonces fue surgiendo nombres y hechos que se agregaron a las conversaciones cotidianas, como en una serie infinita: Galeano, Telleldín, Stiusso, Nisman, Beraja, Ibrahim Hussein Berro. Hay pistas, mitos, denuncias, testigos falsos, testigos clave; hay grandes revelaciones que sólo buscaban ocupar las primeras planas de los diarios. Hay mucho ruido, mucha mugre, mucha confusión.

A punto de cumplirse un nuevo aniversario del atentado que asesinó a 85 personas, Javier Sinay —autor de Los crímenes de Moisés Ville y La caja de letras, entre otros títulos— publica Después de las 9.53 (Ed. Sudamericana), un libro que tiene la ambición de “cartografiar” la investigación realizada durante los primeros treinta días. Quizás poner orden en el comienzo permita encontrar el camino que lleve a la salida del laberinto.

"Después de las 9.53", de Javier Sinay (Ed. Sudamericana)
«Después de las 9.53», de Javier Sinay (Ed. Sudamericana)

Da la impresión de que en torno a la AMIA se concentran muchas claves de la tragedia argentina: una tragedia que expone la fragilidad institucional del país, que subraya la impotencia de la Justicia, que muestra cómo un acto terrorista —nada menos que a dos años del atentado a la Embajada— parece que vaya a quedar irremediablemente impune. “La AMIA exhibe la fragilidad a nivel institucional”, dice Javier Sinay en diálogo con 50Libros, “porque muestra cómo cada sector tenía su agenda: el Poder Judicial, los servicios de inteligencia, las fuerzas de seguridad, el Poder Ejecutivo, las naciones extranjeras con presencia en el país, cada uno tiene su agenda”.

Para escribir el libro, Sinay habló con más de veinticinco personas que tuvieron un rol protagónico en la trama AMIA: desde el juez que tomó la causa (Galeano) hasta el ministro del Interior de entonces (Corach); desde el hombre que vendió la Traffic (Telleldín) hasta el espía de la SIDE (Stiusso) que tenía que investigarlo.

“Quise hablar con la mayor cantidad de protagonistas”, dice Sinay, “para no quedarme con la sensación pesimista, que es como una marca registrada de la Argentina, de que es solo hay impunidad y que nadie investiga”. Muy por el contrario, lo que Sinay pudo entender es que la investigación de ese primer mes fue intensa y productiva. “Se sabe más de lo que cree que se sabe y, si no se pudo probar todo lo que se sabe —o lo que se supone que se sabe—, es porque los juicios que deberían haberse hecho con los acusados extranjeros no pudieron hacerse”, dice.

Javier Sinay (foto: Alejandra López)
Javier Sinay (foto: Alejandra López)

En una frase del prólogo decís: “Ante la impunidad, la narración puede ser una poderosa herramienta de sentido”. Quería comenzar preguntándote por el significado de esa frase.

—Cuando uno toma la palabra pública, aporta algo a la sociedad. Aunque sea un grano de arena muy pequeño, como en este caso, se puede intentar que las discusiones sean menos maniqueístas. Creo que esa es la función de la crónica y del periodismo profundo, que tiene varias capas, varios niveles, y que cuenta historias más grandes. En este libro no estoy contando solo el atentado a la AMIA, sino muchas otras cosas. Entre ellas, estoy contando la función social de la memoria en la Argentina de los últimos 30 años.

Otro subrayado: “Una de las cosas que el atentado a la AMIA deja claro es que todo el mundo cambia a lo largo del tiempo. No hay nadie completamente bondadoso. No hay nadie completamente malvado”. ¿Cómo fue el trato con gente que inicialmente podía ser nefasta, pero después no lo era?

—No voy a decir que pensé que Telleldín o Galeano fueran nefastos, pero pensé que era gente menos compleja. Y la verdad es que son gente compleja. A Galeano una vez le dije que era ambiguo, y él me dijo “Yo no soy ambiguo, yo siempre fui por lo que creía”. Hay otras personas que lo ven como a través de un prisma ambiguo, pero entiendo que él crea que no lo es. Galeano y Telleldín hicieron como una equis: se cruzaron en un momento, uno fue para arriba y otro fue para abajo. En ese sentido digo que la gente cambia. Y eso se relaciona con tu pregunta anterior. Yo trato de evitar el maniqueísmo, porque el maniqueísmo nos lleva al sensacionalismo y el sensacionalismo nos lleva al pensamiento simple y eso nos lleva a las posiciones más radicalizadas. Citando a Leila Guerrero: hay historias que son tan complejas que necesitan mucho espacio. Creo que esta es una historia que no se puede contar en poco espacio.

Carlos Telleldín (foto: cortesía Javier Sinay)
Carlos Telleldín (foto: cortesía Javier Sinay)

¿En qué sentido Telleldín es complejo?

—Telleldín estuvo diez años preso y después fue absuelto. Dos veces. La vida de Telleldín debe ser como una montaña rusa. De hecho, escribí que “baila entre los dedos acusadores”. Sobrevivió a su propia vida. Fue absuelto por 12 jueces. Fue absuelto por dos tribunales ordinarios y dos tribunales de casación. Yo no soy quién para decir que es culpable, pero no es una carmelita descalza. Él sabe que es un tipo hábil.

¿Y Galeano?

—Lo primero que me dijo fue: “Pude haber cometido errores, pero de ninguna manera cometí un delito”. Sin emitir un juicio sobre ellos, las luces y las sombras del Código Penal alumbran y oscurecen a esta gente todo el tiempo. Siempre busco los puntos de ambigüedad de las personas que entrevisto porque creo que ahí está la humanidad de las personas. No somos ni blancos ni negros, nos movemos en una escala que va del gris claro al gris oscuro.

En la serie de HBO sobre la muerte de Carlitos Menem Jr., Zulema Yoma sostiene que los atentados a la Embajada y a la AMIA fueron vendettas de los árabes porque Menem no les había devuelto el dinero prestado para la campaña de 1989. ¿Cómo surgió esta idea del ajuste de cuentas?

—Esa es la gran pregunta, ¿no? Si la AMIA hubiera sido un ajuste de cuentas con el menemismo habría prevalecido la pista siria, que empezó a correr desde el día 15 después del atentado. Se dejó de investigar al poco tiempo y se cerró definitivamente con los fallos de abril de este año. La pista siria dice que Menem le ordenó a Galeano detener unos allanamientos y unas escuchas para encubrir a unas personas de la comunidad siria que eran cercanas a él, pero que, finalmente, lo hacía para encubrirse a sí mismo por supuestamente haber conseguido supuestamente de dólares de los países árabes y persas para su campaña de la primera presidencia y no haberlos devuelto jamás. Y por haberse aliado, luego, con Estados Unidos. Es una historia muy atractiva y probablemente tenga algunos elementos que hayan ocurrido de esa manera, pero, en general, no es la historia que se siguió.

Juan José Galeano (foto: cortesía Javier Sinay)
Juan José Galeano (foto: cortesía Javier Sinay)

Pero…

—Si bien no tengo pruebas para decir qué pasó, no quiero quitarme la responsabilidad de tomar una perspectiva. Y mi perspectiva fue seguir la pista iraní, que es la hipótesis oficial, la que se siguió desde los cinco o seis días, cuando apareció un disidente iraní llamado Manucheh Moatamer. Según la pista siria no hubo una Traffic, sino que hubo una explosión desde adentro. Según la pista iraní sí hubo una Traffic. Y, más allá de que solo dos testigos vieron la Traffic, en 27 cadáveres había esquirlas de Traffic. Desde Galeano hasta el fiscal Basso, con todos los que hablé se indignan cuando se les pregunta por la pista siria y dicen que, si había esquirlas de Traffic, evidentemente hubo una Traffic. Insisto, yo no puedo asegurarlo, pero entiendo que sea la hipótesis oficial. Y también creo que Argentina es un país que vive de los mitos y las conspiraciones y creo que se da mucho lo que Miguel Wiñazki llama la noticia deseada: no tenemos pruebas, pero queremos creer en esto. Creo que la AMIA es una causa donde vemos el árbol y no vemos el bosque.

¿En qué nivel el atentado a la AMIA fue tomado por la sociedad como un atentado a la Argentina y no como un hecho contra la comunidad judía?

—Mi impresión es que fue en un nivel grande. Creo que a la comunidad judía no la dejaron sola. Un ejemplo es que muchos sectores denuncian que es escandaloso que haya impunidad hasta el día de hoy. Otro ejemplo es que siempre cerca de la fecha del aniversario, el presidente de la Nación recibe al presidente de la AMIA. Sospecho —no les pregunté, pero sospecho— que algunos de los familiares de las víctimas van a disentir conmigo y van a decir que, quizás no a la comunidad judía, pero a ellos sí se los dejó solos. Pasaron treinta años y hay impunidad: entiendo lo que dicen. Yo considero que Argentina no es un país antisemita. Obviamente fue un atentado contra la comunidad judía, pero no específicamente contra la comunidad judía argentina, sino contra la comunidad judía global, que ocurrió en Argentina. Argentina era una hoja en blanco con problemas de seguridad donde cualquiera podía dejarle un mensaje a Israel o a Estados Unidos. Es cierto que hubo bromas feas y antisemitas, pero no son representativas porque en ese momento la mayor parte de la sociedad argentina se horrorizó con lo que estaba pasando y abrazó a la comunidad judía. No quiero pecar de naíf, pero nunca sentí antisemitismo sobre mi persona.

Si puedo dar mi opinión, yo creo que la Argentina fue cambiando a lo largo del tiempo y tal vez la AMIA haya sido un quiebre. Antes, en los años 70, por lo menos, había un antisemitismo marcado.

—Bueno, el porcentaje de los desaparecidos judíos es grande, y es verdad que en los 60 había un antisemitismo nacionalista, pero yo me crié en los 90 y en el libro hablo de la sensación de impunidad generalizada a partir de varios crímenes —María Soledad Morales, Walter Bulacio, José Luis Cabezas— antes que de un antisemitismo extendido.

Javier Sinay en la UFI AMIA con el cuerpo 1 del expediente
Javier Sinay en la UFI AMIA con el cuerpo 1 del expediente

¿Cómo entra en el tablero una figura como Nisman?

—Yo me apoyé en una frase de Gerardo Young, que en su libro Código Stiusso dice que Nisman quizás no hizo un gran trabajo, pero mantuvo viva la causa AMIA en momentos en los que parecía que se hundía. Cuando a Galeano lo destituyen, Interpol baja las circulares rojas y Nisman logra que las vuelva a subir. El paso de Nisman por la causa AMIA tiene eso, que es muy importante, y también el avance sobre la pista iraní. Escribe larguísimos dictámenes donde explica cómo funciona la red de espionaje iraní, pone el foco en Mohsen Rabbani, y, por eso, cuando surge el tema del memorándum, él se desespera: si él perseguía a esa gente y el memorándum llegaba a una solución de concordia, su trabajo iba a dejar de tener sentido. Ahí es cuando las cosas se aceleran. Después hay un trasfondo más político; él empezó siendo un aliado del kirchnerismo y terminó siendo un enemigo. Yo preferí no meterme tanto porque era desviarme demasiado. Nisman es otro mundo enorme dentro de este universo.

En una respuesta anterior mencionabas la presencia de los presidentes. En el libro, de hecho, hablás de cómo cada administración mantuvo un vínculo más cercano o más lejano con la AMIA. ¿Cómo esperas que sea la posición de Javier Milei?

—Es difícil decirlo. Con Milei nunca se puede saber nada. Cuando en abril salió el fallo de la Cámara Dos, que fue un paquete de cuatro sentencias, Presidencia publicó en Twitter una carta donde decía, no cito textualmente, “Celebramos este fallo, terminó la era de la impunidad”. Es atrevido pensar que el fallo tuvo un empujón político, pero no es raro pensarlo tampoco. Uno podría pensar que, por lo menos, el gobierno de Milei va a prestarle atención al caso. El ministro de Justicia, Cúneo Libarona, dijo que iba a mandar al Congreso un proyecto de ley de juicio en ausencia para los acusados extranjeros. La verdad, no sé si va a ser beneficioso. Quisiera creer que sí, que un gobierno que le presta atención al caso puede avanzar en la lucha contra la impunidad. Pero a la vez, digo, es un gobierno muy raro. No puedo prever nada. ///50Libros


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