Se llama James David Vance, pero todos le dicen JD. Con una breve trayectoria en política, es un senador republicano por Ohio desde el año pasado. De ideas conservadoras, se opone al aborto —salvo en casos de violación—, al divorcio, al matrimonio igualitario y a las cirugías transgénero. Está a favor de endurecer las políticas anti inmigratorias y en cuestiones internacionales dijo que Ucrania debería ceder algo de territorio a los rusos. Vance es el hombre que Donald Trump eligió como compañero de fórmula para las elecciones presidenciales de noviembre.
Vance encarna el sueño americano; es el paladín de la meritocracia pura y dura que encuentra la justificación para amonestar a los tantos otros miles de personas que no logran salir de la marginalidad (“Si él pudo, por qué ustedes no”). Hijo de una madre soltera adicta a la heroína, se crió con la abuela materna que recibía la asistencia del Estado y de Meals on Wheels, cuando terminó el secundario se unió al ejército para combatir en Irak y con ese sueldo pudo continuar sus estudios, se recibió en Yale y todo parece indicar que en pocos meses será el nuevo vicepresidente de los Estados Unidos.
En 2016 —tenía 32 años— publicó sus memorias, Hillbilly Elegy, que se volvió un bestseller de inmediato. Al año siguiente el mítico director Ron Howard (Apolo 13, Una mente brillante, El código Da Vinci) adquirió los derechos para llevarlo al cine. La película se estrenó en 2020; en Argentina está disponible en el catálogo de Netflix.
Como carta de presentación, la película es imbatible. Hillbily es un término peyorativo con el que se nombre a los habitantes de los montes Apalaches. Son, como diría Homero Simpson, los “campiranos” que mantienen la identidad del país, que sostienen los valores como el honor, la verdad, la solidaridad. “Los estadounidenses les dicen hillbillies, rednecks y white trash —dijo Vance—, yo les digo vecinos, amigos, familia”.
Narrada en dos momentos —en 1997, cuando él tenía 12 años, y en 2011, cuando buscaba ser aceptado en Yale—, la trama muestra la ferocidad de la violencia interfamiliar y la marginalidad social, pero sin perder la estetización de la pobreza que parecería condición necesaria para que Hollywood y el estadounidense promedio pueda prestar atención. Responde también a una estructura clásica: el chico de buen corazón en un contexto vulnerable que empieza a rodearse de vagos y drogones y que, cuando está a punto de desbarrancar, alguien —en este caso es “Mammaw”, su abuela, fanática de Terminator— le da una suerte de enseñanza-zen que lo hace cambiar de destino. Y ya de grande, vuelve a casa siendo otro, pero nunca olvidándose del pasado. Hillbily Elegy podría haber sido una de esas películas que Virginia Lago pasaba a la tarde por Telefé, más cerca de Maid que de 8 Mile.
Las actuaciones de Glenn Close (la abuela) y Amy Adams (la madre) son deslumbrantes a tal punto que, aun cuando JD aparezca en el 95% de las tomas, es poco lo que recordamos de él. En cambio, las escenas entre ellas son fabulosas. Quizás la mejor sea aquella en que la abuela se lleva a JD a vivir con ella y le dice a la madre si tiene algún problema, “lo podés hablar con el cañón de mi escopeta”.
Esta semana, en el discurso de la Convención Republicana que concluyó el jueves, Vance habló de su madre —que lleva diez años sobria— y de su abuela:
“Este movimiento, señoras y señores, se trata de los abuelos de todo el país que viven del Seguro Social y crían nietos que no esperaban criar. Y ya que estamos en el tema de los abuelos, déjame contarte otra historia de Mammaw. Mi abuela murió poco antes de que yo me fuera a Irak en 2005. Y cuando revisamos las cosas, encontramos 19 pistolas cargadas. Estaban escondidas por toda la casa, debajo de la cama, en el armario, en el cajón de los cubiertos. Nos preguntamos qué podía haber pasado y se nos ocurrió que, hacia el final de su vida, Mammaw no podía desenvolverse tan bien. Así que esta frágil anciana se aseguró de que, sin importar dónde estuviera, siempre estuviera al alcance de cualquier cosa que necesitara para proteger a su familia. Por eso luchamos. Ese es el espíritu americano”.
Donald Trump, todavía con el parche que le cubría la oreja herida tras el intento de asesinato, estaba parado de pie aplaudiendo a su compañero. ///50Libros