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Los poemas de Fabio Morábito que seducen «desde el prado del lenguaje»

Con una voz y un estilo muy particular, que mezcla la alegría del juego de palabras con la profundidad de la metafísica, el mexicano Morábito es uno de los grandes poetas de este tiempo. Publicamos aquí tres poemas de «Delante de un prado una vaca» (Era, 2011)

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Fabio Morábito
Fabio Morábito

La voz del mexicano Fabio Morábito (Emilio, los chistes y la muerte, Grieta de fatiga, El idioma materno, entre otros) tiene el tono íntimo de las conversaciones con amigos en un bar cuando ya han pasado varias copas y se genera ese otro espacio de complicidad, donde se habla serio pero sin perder la gracia.

Los poemas de Delante de un prado una vaca (Era, 2011) hablan de sueños e insomnios, de la lenta furia del mar y de los temblores de la tierra, del amor por las palabras y las palabras de amor. «El poeta se sorprende en el prado del lenguaje y, a su manera, rumia, asimila, recobra lo adherido», dicen el autor anónimo de la contratapa.

NO ME DESPIERTES si tiembla
¿Qué podemos despiertos
contra el temblor que despierta?
¿Qué podemos salidos de un sueño de horas
contra él que despierta de un sueño tan largo?
Puede ser que dormidos
nuestro sueño parezca más sueño que el suyo,
nuestras horas un siglo y que apenas nos cubra
y nos deje sesguirnos de largo.

"Delante de un prado una vaca", de Fabio Morábito (Era)
«Delante de un prado una vaca», de Fabio Morábito (Era)

*

TODOS corrieron a asomarse
menos yo. Algo,
la sombra en que me hallaba,
el libro que leía,
una suave pereza…
Todos salieron a ver y yo seguí en lo mío.
Lo veo aún: la agitación de la familia
y la ventana abierta de mi cuarto,
mi resistencia a levantarme del sillón
y el bullicio que mengua
hasta que todo en apariencia
vuelve a la normalidad…
Reanudo la lectura,
pero el encanto de la página se ha roto,
me pesa no saber lo que pasó
y sé que estoy a tiempo todavía,
si me asomo,
de recoger unas migajas del suceso
que trastornó a los míos,
pero me pesa ese silencio alrededor.
Sin una sola voz que me llamara
esa ventana estuvo abierta
como ninguna que recuerde;
sin una sola voz que me llamara,
debí salir de mi atolondramiento,
tirar el libro e ir a ver,
rastrear las huellas aún frescas
del escándalo y saber,
aunque por boca de mis primos;
tirar el libro
o leerlo de perdida de un tirón
y no quedarme
con el libro abierto y la mirada ida,
imaginando lo peor y resentido.

*

YA BASTA de poemas sobre árboles,
cada vez que escribo uno
me sale una voz de niño bueno que me harta.
Es un vicio no sé si mío
o de mi entorno cultural
el escribir sobre los árboles.
El árbol como imagen de cordura,
como depósito de vida.
Ya descansemos de los árboles,
hartos de su estrechez bajamos de ellos
porque la vida de una rama a otra era una jaula,
aunque una jaula desmedida,
bien lo saben los pájaros,
que para eso tienen alas,
y aun los monos
que van de un árbol a otro chillando
en busca del árbol más cómodo,
pero el árbol más cómo es éste,
sin ramas ni tronco,
sin gota de verde, de sombra ni frutos,
el árbol agotado,
el árbol de carbón ya resignado, porque el oro
en la resignación de lo que estuvo vivo
y el suelo el verdadero, el árbol de la vida.


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