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Deborah Eisenberg: “Mis personajes son animales nocturnos”

La autora de “La venganza de los dinosaurios” (Chai Editora) está en Buenos Aires para participar en la Feria de Editores Independientes. “Una cosa fabulosa que se puede decir de ser escritor es que estás siempre estás trabajando y que nunca estás trabajando”, dice

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Deborah Eisenberg (foto: MacArthur Foundation)
Deborah Eisenberg (foto: MacArthur Foundation)

Deborah Eisenberg se parece a uno de sus personajes. Mejor dicho, se parece a como uno se imagina que son sus personajes: ingeniosos, ilustrados, con una inteligencia más allá de la pose snob, un poco etéreos. En una palabra, neoyorquinos. “Yo no nací allá”, dice ella, “pero creo que nací con una remera que decía ‘I Love New York’. Me alegra transmitir un poco del ambiente neoyorquino”.

A los 79 años, la autora de Relatos y La venganza de los dinosaurios visita por primera vez Buenos Aires, invitada por la editorial Chai que la publica en español, para participar en la Fed, la Feria de Editores Independientes. Viajó con su pareja, Wallace Shawn, de quien no dice que es su marido —“porque nunca nos casamos”— sino como su novio, su amor, su sweetheart.

Aunque ha escrito una obra de teatro que todavía algunas compañías off Broadway ponen en escena y varios ensayos, Eisenberg es reconocida como cuentista. “La escritora del caos” han dicho de ella. Sus personajes son personas en tránsito que tienden a la disolución y muchas veces son víctimas de las propias circunstancias que ellos mismos han creado, pero en todos hay una dulzura o bondad subyacente que los mantiene a flote y los hace tan singulares.

"Relatos", de Deborah Eisenberg (Chai Editora)
«Relatos», de Deborah Eisenberg (Chai Editora)

Si uno buscara ubicarlos en un estante, sus libros podrían ser contiguos a los de Lorrie Moore, Sigrid Nunez y Lydia Davis. Una caracterización que a Eisenberg le cae bien, pero que siente que no termina de ubicarla: “He leído un buen porcentaje de la obra de Lorrie Moore, que me gusta mucho; los cuentos de Lydia Davis también me gustan y trabajé con Sigrid Núñez hace muchos, muchos años. Pero no somos una comunidad de escritoras en absoluto. Tenemos buenos sentimientos entre nosotras, pero no creo que estemos trabajando en lo mismo, dice.

El crítico Giles Harvey, del New York Times dijo que Deborah Eisenberg podría haber salido de una película de Tim Burton: alta, espigada, pálida, siempre de negro. La imagen es precisa, pero falla en un punto: Eisenberg se ríe permanentemente. Cada respuesta de esta entrevista con 50Libros está salpicada por una risa casi silenciosa —como las de Hebe Uhart— que invitan a la complicidad. Como si estuviera más interesada en el diálogo que en el formato de pregunta y respuesta.

¿Es cierto que le toma un año escribir cada cuento?

—¡Es que soy muy lenta! Sí, escribo un cuento por año… si es un buen año.

¿Por qué necesita tanto tiempo?

—Si lo supiera, escribiría muchísimo más rápido. Alguna vez alguien dijo que las historias no son lo que se cuenta, que las situaciones y los personajes expresan algo que no está en la superficie. Yo creo que necesito una enorme cantidad de tiempo para entender de qué se trata todo esto. Como ya habrás comprendido, no estoy interesada particularmente en el arco narrativo, no me parece que sea un reflejo preciso de cómo funciona la vida. Me lleva tiempo sacar a la superficie el contenido real de lo que escribo.

Pero ¿puede convivir tanto tiempo con los personajes?

—Bueno, se podría decir que mis personajes son animales nocturnos. No pienso en ellos durante el día, no me la paso pensando qué hizo, qué va a decir. Diría que todo sucede en un nivel inconsciente, vago. De modo que, para resolver un problema, necesito unos días. El lunes o el martes me despierto y ya sé lo que sigue.

"La venganza de los dinosaurios", de Deborah Eisenberg (Chai Editora)
«La venganza de los dinosaurios», de Deborah Eisenberg (Chai Editora)

Sus dos últimos libros, Twilight of the Superheroes y Your Duck Is My Duck, salieron en 2006 y 2018. Entre uno y otro pasaron doce años. ¿En el tiempo intermedio, se piensa a sí misma como escritora?

—¡No! Nunca me considero una escritora, salvo cuando estoy escribiendo.

Y cuando no escribe, ¿qué hace?

—Esa es una excelente pregunta. Nunca pude dar cuenta de mi tiempo. Es como si me limitara a ver cómo pasa el día, de la mañana a la noche. Todavía tengo la fantasía de que me queda algo por hacer. (Si muero mañana, eso no sería cierto). Pero, en otras palabras, la escritura está en permanente proceso. Quiero decir: una cosa fabulosa que se puede decir de ser escritor es que estás siempre estás trabajando, y una cosa fabulosa que se puede decir de ser escritor es que nunca estás trabajando.

¿Por qué en su escritorio tiene una pintura con una pared de ladrillos?

—¡Cómo sabes eso!

Es mi trabajo.

—Bueno, es gracioso, pero tal vez no te resulte demasiado interesante. En la fiesta de la víspera de Año Nuevo del 2000 —recuerdo el año porque todos hacían bromas sobre cómo se equivocaban en sus cheques— y me puse a hablar con un pintor que me preguntó “¿Qué miras cuando escribes? ¿Qué ves desde tu escritorio?”. En ese momento, vivíamos en un lugar donde todas nuestras ventanas daban a las paredes de ladrillo muy cercanas. Y él me dijo: “Fabuloso. Te voy a comprar un libro de fotos de paredes de ladrillo de Sol LeWitt”. La verdad que no conozco mucho a este pintor, pero me lo volvía a encontrar cada pocos años y él me decía que estaba buscando aquel libro por todas partes. Habrán pasado unos diez años y, la última vez que lo vi, me dijo: “No pude encontrar el libro, así que pinté una pared de ladrillo para ti”. Es una pintura muy hermosa, me encanta. La colgué justo encima de mi computadora.

¿Es como una metáfora de su escritura?

—Supongo que sí, pero a mí me encanta mirar los ladrillos cuando les da el sol. Ahora, de hecho, vivimos frente a un edificio de ladrillos y es como mirar todo el día un espectáculo de luces. Puedo sentarme desde la mañana hasta la noche mirando este edificio.

Deborah Eisenberg
Deborah Eisenberg

¿Qué tienen sus historias escritas en los 80, que siguen siendo tan vívidas, tan actuales?

—No tengo idea. De hecho… ¡No puedo recordar cuáles son las historias que escribí en los 80!

Por ejemplo, “Restos que flotan a la deriva”, de 1984.

—Es el cuento sobre una mujer llamada Charlotte, que en inglés se llama “Flotsam”. Fue uno de los primeros cuentos que escribí, un relato que tal vez haya sido mi tercero, cuarto o quinto cuento. Yo creo que fue la primera vez que sentí una especie de confianza en que podía escribir cosas que nunca había hecho, para ir más allá de algunas fronteras.

¿Puede ser que se mantengan tan vívidas por la historia que corre por debajo?

—Sí… Si tuviera que explicar el subtexto de mis cuentos, en lugar de cuentos serían novelas enormes hechas básicamente de ese subtexto.

Una característica muy marcada de sus relatos es que ponen en foco a los diálogos. ¿Por qué?

—Escribo mucho con el oído. No es algo consciente, pero creo que, si no consigo tener la voz del personaje, no tengo al personaje. Imagino que eso les presenta una gran dificultad a los traductores, pero confío en que pueden hacer esa transición. En cierta medida, mis cuentos se sostienen tanto en lo visual como en lo oral.

Es curioso, Borges también decía que necesitaba saber cómo hablaban sus personajes para poder escribirlos.

—¡Ay, todos estos escritores muertos que plagian mis ideas! ///50Libros


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