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“El sonido”, de Daulte: absurdo y sci-fi en tiempos de posverdad

La nueva obra del director de “Criminal” y “Luz testigo” mezcla la comedia de enredos con la sátira política

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Ramiro Delgado en "El sonido", de Javier Daulte
Ramiro Delgado en «El sonido», de Javier Daulte

Durante la pandemia, los teatros cerrados dejaron prendida una “luz testigo” como el remedo de la antigua llama votiva que mantenía vivo el espíritu del lugar. Y Luz testigo fue el título de la obra que Javier Daulte presentó cuando las salas volvieron a recibir al público, todavía con barbijo y distanciamiento social. Era una puesta que reunía cinco obras entrelazadas, que hablaban de amor y separaciones y pérdidas y abandonos y reencuentros con la cuarentena como forma (velada) y fondo (explícito). Tres años después, los siete personajes que seguían la luz ahora persiguen un sonido.

Con una trama que va del absurdo al sci-fi, El sonido es en parte una comedia de enredos, en parte un melodrama familiar, en todo una sátira política. El argumento avanza como una espiral concéntrica que comienza con todos los sonidos del mundo y termina borgianamente en el sótano de una casa familiar.

Primero lado está Olaf (Ramiro Delgado), un extraño sueco que llega al país para hacer los últimos ajustes a un aparato capaz de recuperar los sonidos producidos a lo largo de la historia de la humanidad. El mecanismo es sencillo: hay que ingresar fecha, hora y lugar y la máquina reproduce todo lo que la gente ha dicho. “Con esto podrían saber qué dijo Jesús en la última cena”, dice Olaf cuando rompe la cuarta pared, “pero ustedes deben estar más interesados en saber qué dijo tu novia el viernes pasado”.

Agustín Meneses y William Prociuk en "El sonido", de Javier Daulte
Agustín Meneses y William Prociuk

Después, está Berta (Luciana Grasso), la menor de tres hermanos, que está en un estado de descontrol total. Hace días que no responde el teléfono y busca convencer  a sus dos hermanos —uno impasible (William Prociuk), la otra casi sorda (Silvina Katz)— que escucha la voz de su madre muerta.

Como si fueran los dos soles de este universo, entre uno y otra orbitan los demás los personajes: una política cínica de extrema derecha que busca lanzar su candidatura (María Villar), un viejo rocker (Marcelo Pozzi) que le hace el jingle de campaña mientras mantiene una relación problemática con su productor (Agustín Meneses), la ex mujer del hermano impasible (Paula Manzone) que pierde el trabajo por ser amiga de la política.

Chantajes, traiciones, egoísmos, obsesiones, miedos, secretos. En tiempos de posverdad, una máquina como la de Olaf podría ser muy peligrosa. Porque ¿qué puede ser más peligroso para una diputada sarcástica e inescrupulosa que alguien sepa que hubo un tiempo que fue hermoso y era libre de verdad, trabajando como niñera de Berta?

Javier Daulte
Javier Daulte

Pero también, la máquina es inservible. Parecería que cuanto más cerca está uno de la verdad, más borroso se pone. Al final, todo se termina escuchando según la propia conveniencia. El desenlace —la liberación— llega con una explosión y una nube de polvo.

Toda la maestría de Daulte está en esta obra en la que, a lo lardo de casi dos horas, consigue que todos los personajes tengan su relieve, su identidad. Pero hay una característica todavía más relevante en la obra, y es que recupera el mandamiento punk del do it yourself: mientras unos personajes hablan, los demás se encargan de los efectos. Así unos juguetes infantiles son el ringtone de los celulares y la alarma del auto, los golpes en un maletín son portazos, un micrófono distorsionado sirve para las voces en la calle. Una coreografía asombrosa con el sonido como verdadero protagonista. ///50Libros

«El sonido» se presenta todos los martes a las 20 en Espacio Callejón (Humahuaca 3759, CABA)


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