Sombra terrible de Borges, voy a evocarte.
La afición por los números redondos hace que hoy, 24 de agosto de 2024, las librerías organicen una serie de actividades en torno a Borges, como homenaje por el aniversario número 125 de su nacimiento. Con sus intervenciones, sus batallas, sus definiciones, con sus cuentos, sus ensayos, su presencia permanente en los medios, Borges parecía ser aquel que certificaba qué era y qué no era literatura, qué era y qué no era un escritor. Durante años, durante gran parte del siglo XX, fue la medida de todas las cosas literarias.
Es conocido el artículo que sacó la revista Gente en los años 90, donde aparecían unos jovencísimos Sergio Bizzio, Alan Pauls, Juan Forn, Esther Cross —la única mujer de la producción—, Rodrigo Fresán y otros autores, hoy todos consagrados. El título del artículo era: “… y mañana serán Borges”. Un título como ese hoy sería imposible; sonaría ridículo.
Alguna vez, Daniel Guebel —que era uno de los escritores del artículo de Gente— dijo en una entrevista que el nombre de Borges había hecho desaparecer el de muchos otros escritores respetables: “Borges es un serrucho que elimina un montón de ramas del árbol de la literatura”, dijo. Y en esa misma entrevista —en esa misma respuesta—: “Por supuesto todo desaparecerá. Borges también. La literatura es un cementerio como cualquier otro”.
Borges murió el 14 de junio de 1986: pasaron 38 años. La literatura continuó su marcha y aparecieron otras figuras que disputaron el lugar del escritor nacional. A tantos años ya de su muerte: ¿sigue vigente? ¿sigue siendo influente? En este artículo distintos escritores, críticos y periodistas ensayan una respuesta.
Maximiliano Crespi, crítico
Hay dos maneras de responder a esa pregunta. Una, la menos interesante, es por el lado de los escritores. Implica pensar en qué marcas de la escritura contemporánea se hace presente la obra borgeana, sus recursos estéticos o la propia figura de Borges. Lamentablemente, hay pocos casos en que esa presencia se sale del lugar de la pose y da lugar a una literatura atractiva. Se me ocurren ahora tan sólo dos: Sebastián Robles y Ted Chiang.
La segunda, más estimulante, es por el lado de los lectores. El mayor valor de la literatura borgeana radica en haber cambiado para siempre el lugar y la función del lector. Borges mismo se produjo, como nos recordaba Piglia, más que como un escritor de vanguardia, como un lector de vanguardia. No leemos igual después de Borges. Eso es una marca indeleble que Borges ha grabado para siempre en la literatura argentina desde los ensayos de Aira o Chitarroni a los de Sebastián Hernaiz, desde los subrayados de María Moreno a los perfiles de Mauro Libertella o Andrés Hax, desde las iluminaciones de Juan Ritvo a las inquisiciones de Pablo Maurette o María Gainza.
Esteban Castromán, escritor
Algunos crecimos enredados en aquel mito de “Borges escribe difícil” y no agarrábamos sus libros por el signo impenetrable. Entonces seguimos creciendo y preferíamos otros autores por considerarlo elitista, arrogante, alejado de la cultura popular. Años después, cuando cayeron ciertos romanticismos y etiquetas, y empezamos a leer sin prejuicios y en profundidad, entendimos todo. Bueno, nunca es todo: sino descubrimiento y asombro de estar viendo más allá de los libros, de las tradiciones, de los géneros, de la existencia molecular. Como si la obra de Borges fuera el universo visto mediante un casco de hiperrealidad virtual, un sistema I+D para construir sentido donde todo es siempre. Y hay remix, hay fanfic, hay gaming. Hay paranoia, hay lisergia, hay FOMO.
Tengo una fantasía: si Borges empezara a leerse en las verdulerías, en las filas de los bancos, en el bondi, tal vez este realismo trash y burocrático que infecta nuestra era podría transformarse en una feliz psicodelia.
Julia Coria, escritora
La pregunta por la vigencia me hace pensar en la transmisión del canon, donde el sistema educativo argentino fue muy eficiente, hasta que se derrumbó. La presencia de Borges me resulta cada vez más lejana en la lectura de mis alumnos de talleres para adolescentes. No mediando la idea de una tradición literaria nacional que podía funcionar como motivo para leer a Borges, empieza a perderse. No quiero parecer una vieja pesimista, pero creo que ni Borges ni otros autores canónicos van a tener el lugar que tenían. También hay mucha oferta de muy buena lectura a mano.
Me acuerdo de algo que me contó Mariano Quirós en un club de lectura, cuando le pregunté cómo se había enganchado con la escritura. Me dijo que estaba haciendo bardo en el colegio y, cuando entró la profesora de literatura, como nadie le da bola, ella se paró en el medio del aula, y empezó a recitar: “Zumban las balas en la tarde última” y a Mariano se le cayó la mandíbula. Yo siempre trato de hacer eso. O sea, la cosa de que hay que leer porque hay que leer no me ha funcionado ni como madre ni como profesora. Yo, para hacer que los pibes y las pibas le pierdan el prejuicio a Borges, les leo “El cautivo”, que es una cosa de locos.
Alfredo de Jorge, profesor (creador de @memesborgeanos)
Creo que puedo responder la pregunta esquivándola un poquito, como tal vez haría el propio Borges. Más que pensar si Borges sigue teniendo relevancia en la literatura argentina, cabría preguntarse si la literatura argentina tiene relevancia sin Borges. No manejo los índices de venta, aunque no deberían ser argumento para nada —algo puede vender bien o estar de moda hoy y desaparecer dentro de cinco años—, pero Borges sigue siendo leído y enseñado, estudiado, traducido y citado en todo el mundo. Es el escritor más mencionado en artículos científicos y es el autor al que más monografías y papers se le han dedicado en la historia de la investigación literaria, superando a Cervantes y Shakespeare, que son de Europa, “el centro cultural” del planeta, y que le llevan tres siglos de ventaja.
Borges no solo fue el escritor más influyente de su generación, sino que además tiene todavía hoy una gravitación que ejerce una fuerza centrípeta ineludible —con todo lo bueno y todo lo malo que eso conlleva—. Basta, si no, leer a César Aira, a Diego Muzzio, a Luciano Lamberti, a Pedro Mairal o a Mariana Enríquez, por nombrar algunos autores contemporáneos que dialogan con su obra. Borges nos enseñó a decir mucho con poco, a pulir al máximo cada frase, a trabajar con múltiples niveles de sentido pero sin perder de vista la intensidad: el hecho de que la literatura no solo tiene que ver con las ideas sino también con lo estético; es decir, tiene que conmovernos, hacernos vibrar. Incluso quienes tratan de hacer algo marcadamente distinto, de alejarse de lo borgeano, están estableciendo una relación dialógica con él.
El intento de “matar a Borges” —en el fondo entendible e incluso respetable—, la búsqueda de ser la contracara, el anverso de lo borgeano, sigue siendo —ironía borgeana— algo puramente borgeano. Así que, no: pienso que la literatura argentina no tiene relevancia sin Borges. ¿O acaso hay alguna página de memes dedicada exclusivamente a otro autor?
Jorge Consiglio, escritor
Sí. Borges sigue siendo un indispensable de la literatura argentina y, diría, de la literatura universal. El fenómeno Borges es completamente singular, porque está en el centro mismo del canon, pero ni su literatura ni su figura se cristalizaron, que es uno de los riesgos de estar en el centro del canon. En algunos autores, el canon produce un proceso de desafectación que hace que autor y obra terminen fosilizados. Pero, en el caso de Borges, tanto sus textos como sus ideas tienen pleno vigor.
Yo creo que la actualidad de Borges tiene una doble raigambre. Por una parte, está el pilar de los procedimientos: ¿qué pasa con la prosa, cómo usa el lenguaje? Esa sintaxis tan particular que tiene —y no me refiero sólo a dispositivos como la hipálage, las enumeraciones o el orden de las palabras—, sino que, lo que termina de definirlo, es la economía estricta de su prosa. El fuertísimo proceso de condensación que hay en sus textos es una impronta tan única para expresar su subjetividad, que realmente asombra. En otras palabras, la forma de inventar un idioma —el idioma Borges— dentro del castellano.
Y, por otra parte, están las ideas sobre la literatura que expresó en ensayos como “El escritor argentino y la tradición”, “El arte narrativo y la magia”, “Kafka y sus precursores” o en los textos sobre Quevedo, Chesterton, Wells. Ahí Borges funda su mitología como lector; es extraordinario. Y está la manera en que percibe la realidad. Uso el presente justamente porque Borges sigue teniendo vigencia y porque sus ideas y su ficción están en movimiento.
Vos te ponés a leer a Borges y hay verdaderos hallazgos. Te deja perplejo. Y también debate: sus ideas siguen generando debate. Eso es asombroso. Borges sigue articulando el imprevisto. Y eso, en el arte en general y en la literatura en particular, es clave.
Daniel Mecca, poeta, director del Borgespalooza
Hay un ensayo de Borges, donde dice que Edgar Allan Poe, a partir del cuento “Los crímenes de la calle Morgue”, no solo crea el género policial, sino, más importante aún, crea al lector policial. Es decir, crea a aquel tipo de lector que lee en clave policial cualquier texto. Entonces pone el ejemplo del Quijote: “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero”. El lector post Poe dice: “¿Por qué no quiere acordarse del nombre? ¿Qué oculta el narrador de este hidalgo?”. Es decir, tenemos un tipo de lector policial a partir de Poe. Análogamente, yo creo que Borges no solo desarrolla un procedimiento de escritura —y digo desarrolla porque lo toma de Macedonio Fernández, de Cervantes, de Lewis Carroll—, sino que crea un tipo de lector: aquel que puede leer cualquier tipo de texto en clave borgeana.
¿Qué sería leer en clave borgeana un texto? Entre las bifurcaciones que puede tener esta idea, una es la de vincular de manera enciclopedista ideas que en un principio parecerían disociadas. Es un método que funda nuevas arbitrariedades, porque unir arbitrariedades es fundar otras. En ese sentido es donde lo puedo unir con el procedimiento de escritura. Pongamos un caso: acaba de salir un libro de Ariel Magnus, que se llama Continuidad de Emma Z, en donde reescribe a Borges. No hace muchos años salió Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, en donde ella hacía un procedimiento análogo al de Borges en el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. De modo que, uniendo la idea del procedimiento de escritura al procedimiento de lectura, sumaría un punto más: la vigencia de Borges no solo está en el modo de escribir —y por lo tanto en el modo de leer—, sino también en el modo de traducir aquello que leemos. Resumidamente, la vigencia de Borges está en Borges como figura, como como constructor de lectores y como constructor de escritores.
Ana Navajas, escritora
Personalmente, lo que rescato o me influye y disfruto de Borges es la puesta en juego de su sentido del humor, lo lúdico en la escritura. El darme cuenta de que se estaba divirtiendo al momento de escribir. ///50Libros