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Angélica Gorodischer, el monstruo de Dios que escribía desde un cuartito en Rosario

Con un homenaje lleno de anécdotas y recuerdos de la escritora, la editorial Planeta presentó la «Biblioteca Gorodischer» en la librería Naesqui

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Federico Jeanmaire, Patricia Kolesnicov, Mercedes Güiraldes y Ana Ojeda
Federico Jeanmaire, Patricia Kolesnicov, Mercedes Güiraldes y Ana Ojeda

Angélica Gorodischer es un monstruo de Dios. Puede escribir lo que sea de la manera que se le antoje.” Con esta definición, Patricia Kolesnicov dio inicio al encuentro homenaje a Gorodischer, que esta semana se hizo en la librería Naesqui, en Villa Ortúzar. El encuentro sirvió de marco para presentar la «Biblioteca Gorodischer», una colección del sello Seix Barral que busca revivir algunos de los libros más emblemáticos de la autora. La serie comienza con Tumba de Jaguares y Doquier, que vienen con prólogos de Gabriela Cabezón Cámara y Selva Almada, respectivamente. Continuará con Casta luna electrónica (prólogo de Agustina Bazterrica) y La noche del inocente (Marina Closs). Y más adelante: Trafalgar, Kalpa Imperial y Cómo triunfar en la vida.

Se llamaba Angélica Beatriz del Rosario Arcal, aunque eligió el apellido de su marido para firmar sus libros. Nació en 1928, en Buenos Aires, pero era todavía una nena cuando la familia se mudó a Rosario. Pasó casi toda su vida allá, en una casa con un jardín al fondo, donde se las arreglaba para escribir lejos del ruido y de las imposiciones que un centro literario como Buenos Aires podía imponer. Su primer libro, Cuentos con soldados, salió en 1965. Publicó más de veinte libros que cruzan la ciencia ficción y la literatura fantástica, aunque siempre evitó las etiquetas. Abordó temas de poder, opresión y resistencia femenina, y su estilo se mantuvo libre de ataduras. Paradójicamente, fue más reconocida en EE.UU. que en Argentina, donde fue traducida nada menos que por Ursula K. Le Guin, quien ayudó a difundir su obra.

Federico Jeanmaire (foto: Cortesía Planeta)
Federico Jeanmaire (foto: Cortesía Planeta)

Federico Jeanmaire hizo las veces de orador principal, aunque el evento no tuvo un tono formal; se sintió más como la reunión de un grupo de amigos que recuerda a alguien querido. Jeanmaire habló de su amistad con Gorodischer y de su capacidad para escribir con una libertad absoluta. Sobre su relación, dijo: “Cada vez que fui a Rosario, terminé en su casa, en su cuartito, donde me daba consejos para escribir”. Además, recordó que ella lo invitaba a compartir sus textos inacabados, porque entendía la escritura como un oficio compartido. «Escribir para ella era una cosa artesanal, hecho a medida, y disfrutaba de ese proceso”, dijo.

Ana Ojeda, editora de ficción de Planeta, presentó la «Biblioteca Gorodischer» y explicó que el proyecto de reeditar sus obras busca conectar a Gorodischer con los lectores de hoy. Esa es una de las razones por las que se incluyen los prólogos de las autoras contemporáneas. “Gorodischer no es solo ciencia ficción; hay mucho más en su obra”, dijo Ojeda, y destacó la diversidad y la profundidad de los temas que atraviesan sus libros.

El homenaje a Angélica Gorodischer en Naesqui (foto: Cortesía Planeta)
El homenaje a Angélica Gorodischer en Naesqui (foto: Cortesía Planeta)

«Así quería escribir yo algún día»

Ana María Shua no pudo estar presente en el homenaje; envió, en cambio, un texto donde recordó con admiración su primer contacto con la obra de Gorodischer. “Vaya a saber cómo había llegado hasta mí ese número de la genial revista rosarina El lagrimal trifurca que estaba leyendo», decía. Y seguía: «Estaba en la cama con mi marido, por lo que debió ser en 1975. Allí había una historia maravillosa, extraordinaria. Había una bailarina mágica. Había un emperador. Había un relato de fantasía que parecía escrito para mí, que había leído con renovada pasión cada número de la mítica revista Minotauro”.

Shua dijo que se había fascinado con la prosa de Gorodischer, tan llena de ideas y maravillas, y que eso la llevó a buscar más libros, algo que en esa época no era una tarea tan simple. “A pesar de que ya tenía otros libros publicados en ese momento no encontré casi nada. Es difícil recordar las épocas en que no había Google, pero me prometí leer todo lo que escribiera esa mujer”, señaló.

La obra de Angélica Gorodischer fue, dijo Shua, un faro y una inspiración, y su capacidad para mezclar fantasía con crítica social sigue siendo un modelo a seguir. “Así quería escribir yo algún día”.

Patricia Kolesnicov, Mercedes Güiraldes y Ana Ojeda (foto: Cortesía Planeta)
Patricia Kolesnicov, Mercedes Güiraldes y Ana Ojeda (foto: Cortesía Planeta)

“Quiero quedarme tranquilita en casa y escribir cuentos disparatados”

Mercedes Güiraldes, amiga y editora de Gorodischer, también compartió sus recuerdos. Y leyó algunos correos que intercambiaron a lo largo de los años, donde Angélica se mostraba tal cual era: ingeniosa, irreverente y con una pasión inagotable por escribir. En uno de los mails, le decía: “Quiero quedarme tranquilita en casa y escribir cuentos disparatados. Eso es todo”. La escritura era su prioridad, dijo Güiraldes, nunca le daba demasiada importancia a las formalidades del mundo literario. Ni siquiera tenía agente.

En otro de los correos, le contaba con humor las pequeñas anécdotas de su día a día y los proyectos que tenía en mente. Güiraldes leyó los mails con un ritmo vertiginoso porque Gorodischer los escribía sin signos de puntuación, como si las ideas fluyeran sin detenerse. “Mirá quiero escribir una novela con un título grosero pero Goro (así le decía a su marido) está escandalizado. Le dije que ni loca lo cambio. Ese es el que le corresponde”. ¿Cuál era el título del libro? Caca de oveja.

Un universo literario en el homenaje a Angélica Gorodischer
Un universo literario en el homenaje a Angélica Gorodischer

Güiraldes recordó también que Angélica no se preocupaba demasiado por las cuestiones burocráticas de su obra. “A veces me decía que le escribían desde Francia por los derechos de traducción y me decía ‘No me interesa. Que se ocupe Magoya’”, y le comentaba su admiración por autores como Andrea Camilleri: “Lo estoy leyendo y no puedo creer lo sencillo que parece y lo complejo que es”.

Esos correos eran una suerte de ventana a la verdadera Angélica, alguien que no se dejaba atrapar por las exigencias externas y que encontraba en su cuartito propio el espacio perfecto para escribir lo que se le antojara sin más pretensiones que las de seguir su propio deseo. “Ella quería escribir y nada más. Lo demás no le interesaba”.

Patricio Zunini (foto: Cortesía Planeta)
Patricio Zunini (foto: Cortesía Planeta)

La eterna irreverencia de Angélica Gorodischer

Casi al final del encuentro, Patricio Zunini contó que le había tocado escribir la necrológica en Infobae y compartió unas anécdotas.

Una en particular fue cuando le preguntó a Gorodischer sobre su proceso de escritura. El quizás esperaba una revelación, pero la autora, con su estilo práctico, le explicó la diferencia entre escribir a máquina y a computadora: “Antes, a máquina escribía con tres hojas y papel carbónico; ahora, con la computadora puedo ahora guardarlos en disquetes y cosas por el estilo”. Y Jeanmaire le dijo que probablemente ese haya sido un gran consejo sobre cómo organiza el trabajo de un escritor. Y completó: “Sí, pero te la imaginás con la computadora. Lo que debe haber sido para ella esa novedad, me la imagino maravillada, como si fuera magia”.

Al cierre del encuentro, cada invitado recibió de regalo libro, que podía ser Kalpa Imperial en la edición de Minotauro o Trafalgar en la nueva edición de Emecé. “Sus historias son súper modernas, es increíble que tengan tantos años”, dijo alguien, con acierto. ///50Libros


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