>

Luciano Lamberti y el terror como reflejo de la violencia política

El cordobés reafirma su lugar en la literatura argentina contemporánea con “Para hechizar un cazador” (Alfaguara), una historia que entrelaza el horror sobrenatural con los años oscuros de la dictadura militar

Por


Luciano Lamberti (foto: Alejandra López)
Luciano Lamberti (foto: Alejandra López)

No se puede hablar de literatura contemporánea argentina sin mencionar a Luciano Lamberti. Con libros como El loro que podía adivinar el futuro, La maestra rural o La masacre de Kruger, se ha ganado un lugar destacado entre los autores de su generación —los que hoy bordean los 50.

Su novela más reciente es Para hechizar a un cazador (Alfaguara), con la que ganó el Premio Clarín de Novela 2023 (jurados: Ana María Shua, Carlos Gamerro y Samanta Schweblin). Lamberti pone a funcionar la literalidad de las palabras: es una historia de terror en tiempos del terror. Con flashbacks y forwards, la historia tiene su núcleo en los años de la dictadura, y sigue a una familia poderosa con vínculos en el gobierno militar y un hijo montonero que muere en cautiverio. La novela comienza con la madre de ese chico, Griselda Lara, que busca a su nieta, Julia, una chica apropiada que fue criada por un militar que le pegaba hasta fracturarla en la creencia de que su cuerpo tenía las toxinas de los subversivos. Pero el argumento rápidamente vira hacia otro lugar y se abre hacia una trama de perversión política y fanatismo religioso.

Como en las novelas de Stephen King —una influencia palpable en Lamberti— la presencia de lo maligno atraviesa Para hechizar a un cazador como una suerte de sombra que se percibe pero que no se puede ver hasta que decide exponerse. Pero aquí Lamberti hace un juego que podría caracterizarse como “argentino” —o quizás “latinoamericano”— y pone a la violencia política como doble fondo. Es un segundo miedo que opera como una fuerza incontrolable hasta el día de hoy.

Para hechizar a un cazador, de Luciano Lamberti (Alfaguara)
«Para hechizar a un cazador», de Luciano Lamberti (Alfaguara)

La generación de los hijos

En los últimos años la figura de los desaparecidos fue tematizada por la literatura por fuera de la narración hegemónica que los mostraba monolíticamente como víctimas heroicas. Como ejemplos, se puede hablar de La pregunta de sus ojos, de Eduardo Sacheri, que de cierta manera quiebra el relato establecido de la pacificación democrática, algo a lo que también vuelve Martín Caparrós en A quien corresponda. Ambas novelas son muy interesantes, y podría incluirse en esa categoría el perfil de Silvia Labayru que Leila Guerriero escribió en La llamada.

Pero quizá las experimentaciones más interesantes surgieron en otras historias que no solo cambian la forma de representar a la militancia y la lucha armada, sino que rompen con el género realista que parecería ser el único posible desde donde abordar el tema. Ahí está Los topos, la novela aireana de Félix Bruzzone; ahí está el gobierno de Videla en clave animé en Mazinger Z contra la dictadura militar, de Iván Moiseeff o el cuento de terror “Cuando hablábamos con los muertos”, de Mariana Enriquez, donde un desaparecido aparece cuando unas adolescentes juegan a la ouija. También en la antología zombi Vienen bajando hay una historia en donde los desaparecidos salen del Río de la Plata con la lujuria del hambre y la muerte. No es casual que todos estos casos sean de escritores de la misma generación de Lamberti.

El género de terror ha cobrado cada vez más relevancia en la literatura contemporánea, y en la literatura argentina hay tres exponentes de peso internacional: Mariana Enriquez, Samanta Schweblin y Luciano Lamberti. Si hoy la gran novela latinoamericana no puede dejar de lado el terror, son ellos, como un Cerbero de tres cabezas, quienes la están escribiendo. ///50Libros


Publicado

en

por