El escenario: el auditorio del MALBA, que, con su elegancia sobria, contagia un ambiente noir. El marco: la primera edición de la Semana Negra de Buenos Aires. Los sospechosos: Florencia Etcheves, Leonardo Oyola y Susana Martín Gijón. La coartada: el panel “De la página al set: Adaptaciones cinematográficas de novelas policiales”, moderado por María Belén Marinone. Buenos Aires respira misterio y crimen en clave literaria con el festival, que comenzó el martes y se extiende hasta el sábado, con propuestas para pensar el noir desde todos sus perfiles.
La tarde se desvanecía, y en ese cruce entre luz y sombra, los escritores empezaron a revelar los secretos de cómo sus historias sobreviven —o no— al paso del papel a la pantalla. El panel se abrió con la discusión de las dificultades que implica llevar una novela al formato audiovisual. Florencia Etcheves habló del ritmo implacable de la industria. “Se ha vuelto voraz«, dijo, «hoy Netflix estrena una serie y en una tarde hacés maratón, la terminás y querés más». Susana Martín Gijón comentó que es complicado cuando adaptan a tus personajes: «Tenés que ser flexible y soltar, pero hay líneas rojas que no se pueden cruzar«. Leo Oyola defendió el cine nacional en un contexto donde el gobierno nacional plantea recortes y avanza sobre el INCAA: “El cine argentino siempre se la ingenió. Si no hay plata, la creatividad manda”.
La conversación siguió, entonces, con las concesiones que un escritor debe hacer cuando su obra pasa a manos de otros. Etcheves contó un giro total: “Mi protagonista masculino se convirtió en una mujer en la pantalla. No me dolió en absoluto, porque entendí que ya no era solo mía”. Martín Gijón coincidió, aunque señaló que siempre se lucha por preservar la esencia: “A veces sacrificamos detalles, pero lo importante es que la historia siga siendo fiel a su espíritu”.
La charla avanzaba entre cuestiones técnicas y secretos de la cocina, y Marinone quiso saber cuánto puede influir un autor en el set, cómo se negocian los cambios en plena producción. Oyola respondió con una sonrisa: “Bueno, influir, lo que se dice influir… A veces hinchás las pelotas”. Contó la anécdota de cuando insistió en usar la canción “Colgado en tus manos”, de Marta Sánchez y Carlos Baute, que está en la novela Kryptonita. “Le dije al director que la comprara, pero no había plata. Fue ahí donde tuve que aceptar que el presupuesto manda, aunque siempre es importante pelear por lo que uno cree que suma a la historia”. Florencia Etcheves, en cambio, dijo que prefiere mantenerse más al margen del rodaje: “Estuve en el set como invitada, pero no me meto tanto”. Y Susana Martín Gijón coincidió: “Una vez que la obra llega al set, hay que dejar que los directores y guionistas hagan su trabajo».
Oyola tomó la palabra de nuevo: “El guion tiene que ser realizable”, dijo, y explicó que una buena historia muchas veces debe ajustarse a los recursos disponibles. “Uno escribe imaginando helicópteros y persecuciones, pero después hay que filmarlo. Ahí es donde la realidad golpea: si no tenés la plata, tenés que adaptarte y ser creativo». Martín Gijón coincidió: «Si en tu novela tenés siete helicópteros, en el guion tal vez termines con tres policías y, como mucho, una moto». Pero, con las reconvenciones del caso, Etecheves dijo que hay que evitar una escritura que anticipe una posible traducción a la pantalla: «Cuando escribís una novela, no tenés que pensar en cuánto va a costar adaptarla. Si querés hacer explotar veinte Mercedes Benz, hacelo».
Al final de la charla, y dado que el panel se hacía en el marco de un festival literario, cada uno dejó una recomendación para seguir en el ambiente negro. Florencia Etcheves mencionó El jilguero, de Donna Tartt; Susana Martín Gijón resaltó el trabajo de dos escritoras que participan en el festival: Claudia Piñeiro —que dio el discurso inaugural— y Dolores Reyes; y Leo Oyola habló de Pampa del Infierno, de Miguel Ángel Molfino, a la que describió como un “locro western” donde el policial se entrelaza con el paisaje chaqueño. ///50Libros